De espectador a sujeto de acción en tres pasos
Ni muy muy, ni tan tan …
Rafael Ramos Sánchez
docente de la ENMJN
En marzo del 2017, en la plataforma YouTube, se hizo viral un video en el que una mujer, en Kuwait, grababa a su empleada quien le gritaba para que la auxiliara mientras se encontraba sostenida del marco de una ventana, la mujer en lugar de asistirla, optó por registrar de manera gráfica el trágico incidente en su celular. El pasado 18 de enero, en un municipio del Estado de Hidalgo, Tlahuelilpan, ocurrió una explosión en una toma clandestina de combustible; las crónicas en video registran el momento en el que se escucha a lo lejos “¡ayúdame, ayúdame, me estoy quemando!”, la persona que graba el incidente contestó a su vez: “¡tírate al piso, tírate al piso!”… Sirvan estas anécdotas como pretexto para dar cuenta de un fenómeno que ocurre de manera extendida en la vida cotidiana. ¿Qué aspecto psicológico explica la inacción de aquellos que registraron con sus teléfonos inteligentes una situación de emergencia?
Antes de apuntar con el dedo inquisidor, vale la pena señalar que ese rasgo de conducta que actúan tanto la mujer en Kuwait, como el hombre en Tlahuelilpan, es un rasgo compartido por la especie humana en fenómenos sociales cotidianos.
Para entender bien esta situación, hace falta mostrar algunos otros ejemplos: caminar en la calle y observar cómo una persona no la puede cruzar, observar cómo un animal es maltratado y sometido, observar cómo un vecino(a) no puede abrir una puerta porque lleva las manos ocupadas, atestiguar cómo una mujer es maltratada por su pareja, advertir que un compañero de clase no puede resolver un ejercicio que uno, en cambio, entiende bien; o, en un trabajo de equipo, decidir permanecer al margen y al final callar porque eso que nosotros suponemos individualmente, seguramente los otros también lo han de haber pensado de antemano y descartarán nuestra proposición.
En otro caso de interacción y de comunicación a nivel social, una paciente de 49 años, quien acude a consulta a causa de su ruptura matrimonial, se queja de que su hija, de 12 años de edad, le reprocha el hecho de haber decidido emprender un camino de vida lejos del esposo y de la familia; de modo que, cuando la madre va a buscarla en la salida de la secundaria para luego acompañarla a casa, “le hace groserías, le tuerce la boca (muecas), se muestra indiferente, hostil, le hace reclamos airados”.
Entonces, la paciente, a título personal, decide que es mejor distanciarse de su hija, pues determina que la lejanía un día actualizará de manera natural la relación y resolverá espontáneamente el conflicto. Basada en la idea de que las acciones de su hija son muestras conscientes, deliberadas, esfuerzos decididos y dirigidos a romper el vínculo materno filial (la relación), la madre decide, por decirlo así, ‘actuar la indiferencia’, renunciando a la responsabilidad en la búsqueda de solución a las tensiones que están ocurriendo, como consecuencia de la aparición de nuevas circunstancias, de un nuevo orden a nivel familiar, y en efecto, actúa el síntoma, pero sin darse cuenta.
Más allá de estos ejemplos, es preciso identificar los rasgos esenciales. En psicología social se conoce como “efecto de espectador o difusión de la responsabilidad” a la inacción en situaciones en las que justo resulta factible actuar; sin embargo, por considerar que la situación no está directamente relacionada con la esfera personal, ya sea por una interpretación de lo que ocurre o por un costo en términos de tiempo o exigencia emocional, o bien por una idea en la que se juzga que uno carece de la capacidad para participar, se adopta la renuncia, la inacción, la indiferencia.
No todo en la vida son juegos de azar, más aún si creemos que una de sus máximas debe configurar y pautar nuestra acción en la cotidianidad: “los mirones son de palo”.
¿Cómo contrarrestar el “efecto espectador”, la mirada absorta? He aquí tres elementos a tener en cuenta:
1.-Identifica eventos que suceden en el entorno en el que participas habitualmente.
2.- Promueve mayores niveles de consciencia social a partir de la participación, ello redundará en el desarrollo de la sensibilidad ante situaciones trascendentes que ocurren a diario.
3.- Implícate de manera activa cuando la situación lo permita, esto mantiene saludable el tejido social a través de la promoción de la ayuda como un valor. Actúa, así esta medida seguramente se multiplicará y contagiará positivamente a los demás.
Y tú… ¿en qué momentos has decidido ser espectador?♦
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