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De ética y preposiciones

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De ética y preposiciones

Araceli Benítez Hernández

docente de la ENMJN

 

 

 

Sólo el hombre, entre los animales, posee la palabra. La voz es indicación del dolor y del placer, por eso también la tienen otros animales. (…) En cambio, la palabra existe para manifestar lo conveniente y lo dañino, así como lo injusto y lo justo. Y eso es lo propio de los humanos frente a los demás animales: poseer, de modo exclusivo, el sentido de lo bueno y lo malo, lo justo y lo injusto y las demás apreciaciones

Aristóteles

 

 

¿Puede alguien, en pleno siglo XXI, negar la relación manifiesta entre ética y lenguaje? El hombre evolucionado[1], poseedor exclusivo de la palabra, cuando habla trasciende el nivel de comunicar necesidades básicas. El lenguaje no es un impulso, no es una reacción; es un código construido y aprendido socialmente. Por ello, en su ejecución contextualizada, histórica y cotidiana, adquiere lo esencial del ser humano: su capacidad de expresar sentimientos, emociones, estados de ánimo. Al hablar nos mostramos como seres históricos. Las personas comunican por medio de la palabra cosas objetivas y subjetivas. El tiempo, el espacio, el infinito, el amor, el odio, Dios, lo bueno y lo malo, la democracia, la inclusión… Absolutamente todo, puede ser expresado a través del lenguaje humano compuesto por palabras[2].

La palabra regula, establece límites, ubica. Con su uso, los sujetos, además de comunicarse, interpretan, dilucidan, descifran, perciben, piensan, reflexionan, imaginan, se identifican, se saben, se construyen. Hacer uso del lenguaje humano humaniza, pues permite la comprensión del ‘yo’, del ‘mí mismo’, de ‘los otros’ y de las relaciones entre ‘nosotros’ …. Con el lenguaje nos hacemos humanos[3].

Todo lenguaje consta de fonología, semántica, gramática y pragmática, componentes que interrelacionan complejamente. Parte de la inteligencia humana radica en la posibilidad de identificar esas complejidades situadas en un contexto[4] y expresarlas mediante la palabra. Su importancia estriba en poder establecer, dependiendo de la circunstancia, los procesos comunicativos que permiten el desarrollo de la vida cotidiana. Un elemento importante en el lenguaje oral son las palabras, las cuales se clasifican en categorías gramaticales organizadas en clases. Así, distinguimos los sustantivos o nombres, los pronombres, los adjetivos, los adverbios, los verbos, las preposiciones, las conjunciones y los artículos.

Atendiendo el objetivo de esta reflexión, abordaré particularmente las preposiciones. En un documento de difusión, la Universidad EFAIT de Colombia (s/a) señala:

Las preposiciones tienen como función sintáctica unir palabras o frases dentro de un enunciado. También cumplen la función semántica de concretar el significado de la palabra siguiente con relación a la anterior y sirven para indicar lugar, tiempo, destino, causa, modo, etc.

Por esta circunstancia, las preposiciones no tienen equivalentes directos válidos en todos los casos. Su sentido varía según el contexto y la intensión con que se utilicen y su función principal es dar coherencia y sentido a la oración. (Richmond, 1998).

Existen dos posturas en relación a las preposiciones. Una considera que, en sí mismas, carecen de valor comunicativo y son dependientes de las palabras que relacionan (Cano Aguilar, citado por Vicente. 2000). En contraste, hay quien considera que el valor real de las preposiciones radica en su uso pragmático (Porto Dapena, 1987).[5] Desde este enfoque, se considera que el uso de una preposición, y no de otra en un texto, atiende a la carga intencional (al sentido valorativo) de la oración. La decisión de utilizar una preposición en vez de otra depende del valor pragmático, dado y asumido por quien la usa. Su elección de una u otra atiende a aspectos subjetivos que tienen que ver con un matiz de sentido que le asigna el hablante. Optar por una preposición es una acción que debe ser entendida desde un enfoque más amplio que el lingüístico. Esto implica conocer la circunstancia y el contexto en los que se da la comunicación, así como la condición con la que, el comunicante, toma la decisión.

Comprender el uso de una preposición permite reconocer lo humano del hablante, del comunicador, del creador del discurso. La comunicación no es un acto solitario, siempre es un diálogo con otros, consigo mismo, con un ente superior, etc. Es un acto dinámico, creador, es la co-construcción de un bucle ascendente. Hablar nos eleva. En ese proceso, el uso de una palabra, una conjunción, un verbo, una preposición etc., resulta determinante. Al hablar el comunicador descubre su ser, se muestra, se expone, se visibiliza ante los otros. Un comunicador al incluir un ‘entre’ en su discurso, pone en juego su estado anímico, su experiencia, su conocimiento. Su ser todo se manifiesta cuando opta por un ‘por’ o por un ‘para’, cuando se inclina por un ‘con’ o por un ‘en’.

Siguiendo esta lógica, y para fines expositivos, abordaré las preposiciones ‘en’ y ‘con’.

 

Entre ‘en” y ‘con’, un salto ético

¿Qué significa elegir entre las preposiciones ‘en’ y ‘con’? La preposición ‘en’ tiene varios significados. Se puede usar para señalar lugar “lo pusimos en un recipiente”. Se usa también para dar un sentido de tiempo ya sea pasado, presente o futuro: “Estaré ahí en dos horas”; “Ocurrió en el renacimiento”. Una forma más es para demostrar un modo: “Dimos clase en línea”; “lo hicimos en equipo”. También se considera para señalar una especialidad: “es experto en el tema”; “se ha especializado en la materia”.

Abordemos el sentido de lugar de la preposición “en”, sólo por delimitar nuestro objeto de reflexión. La preposición “en” utilizada para indicar lugar, involucra la idea de movimiento. Señala un lugar, que siempre es interior, hacia donde se dirige el movimiento. Hospeda un sentido de relación “afuera-adentro”. Se puede interpretar como un movimiento mediante el cual “se deposita”, “se llena”, “se pone”. En esta lógica, preferir la proposición “en” conlleva asumir la relación entre dos puntos:

A y B, donde “A” “pone”, “deposita”, “llena”, mientras que “B” “recibe”, “se llena”. En este sentido, a “A” se le asignan cualidades como elemento “activo”, “dinámico” y “en movimiento”. Por su parte “B” es asociado con el elemento estático e inmóvil. Más aún, “A” “se mueve hacia” “B”, “A” “pone en” “B”. “B” “es llenado por” “A”.

Como puede observarse, en este sentido, y por la relación mostrada, el uso de la preposición “en” muestra una relación de desigualdad entre “A” y “B”. Lo que ocurre en “B”, depende de la acción de “A”. O, la acción de “A” determina a “B”.

En contraste, la preposición “con” puede ser utilizada en varios sentidos. Por ejemplo: cuando usamos un instrumento (la cortamos con unas tijeras). También se utiliza para señalar un modo o forma de hacer las cosas (los presentó con mucho entusiasmo). Puede incluirse para demostrar una cualidad (era una chamarra con cubierta). Finalmente, también utilizamos “con” para dar a entender que hay una compañía (lo haré con ellas).

Es en este último sentido en donde pondré énfasis. Al utilizar la preposición “con” precisamente se evoca a la intensión de hacerlo “con” “en su compañía”, “con su participación”. Usar “con” evoca el lado fraterno y empático de la “construcción conjunta”. Es “hacerlo nosotras (os)” Es un sentido solidario y de acompañamiento el que priva en la decisión de usar “con”. “Con” nos “empareja”, nos “reúne”. “Con” “democratiza”, “reconoce” y “junta”. Es un acto que “identifica y reúne”. “Con” “favorece el dialogo”, es una voz “respetuosa”. Con un “con” “nos incluimos”

En esta lógica entonces, utilizar la preposición “con” o la preposición “en”, es optar por una posición ética. Esa decisión muestra la percepción que se tiene de la relación entre las personas. Quien usa una o la otra exhibe su propia concepción de persona, sujeto, participación, colaboración pues la palabra construye significados y los significados conforman la conciencia. El pensamiento hace al mundo porque se expresa en palabras, en un lenguaje humano propiedad de todos. El lenguaje es el vehículo del pensamiento[6]

Podemos concluir que el lenguaje y su uso, aun cuando sea de sus componentes más pequeños como las preposiciones o las conjunciones y artículos, conlleva asumir posiciones éticas. Omitir o ignorar este hecho suele ser el origen de acciones correctas o actos injustos. Reflexionar sobre el uso que hacemos del lenguaje nos permite ascender en el desarrollo moral[7] y con ello participar en la construcción de comunidades más respetuosas, más incluyentes y más justas.

 

 

 

 

BIBLIOGRAFÍA

 

 

 

[1] Léase a Alan Woods (2015) La Civilización, la Barbarie y la visión marxista de la Historia. Disponible en https://luchadeclases.org/teoria/44-materialismo-historico/1743-2015-01-04-12-56-00.html

[2] Léase a Fishman (1979) Sociología del Lenguaje. Ed. Cátedra. Madrid.

[3] Léase a Paul Ricoeur (2006) Sí mismo como otro. Siglo XXI Editores. México

[4] Léase a Edgar Morín (2018) La mente bien ordenada. Edición especial Siglo XXI Editores. México

[5] En esta corriente es donde se adscribe la autora de este texto.

[6] Léase a Lev Vygotski (2010) Pensamiento y Lenguaje. Ed. Paidos. 2ª edición.

[7] Léase a Lawrence Kohlberg (1984) El crecimiento moral de Piaget a Kohlberg. Narcea. Madrid.

CC BY-NC-ND 4.0 Esta obra está licenciada bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivar 4.0 Internacional.

Acerca de Araceli Benítez

Licenciada en Sociología, maestra en Ciencias de la Educación y Doctora en educación. Docente investigadora en la ENMJN. Líneas de investigación: pensamiento complejo y formación inicial de docentes.

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