Enseñar, cuidar y amar
Tareas de la educadora
Mariana Covarrubias Rodríguez
Alumna de la ENMJN
El siguiente texto forma parte de una serie de ensayos elaborados por algunas estudiantes de cuarto semestre del Curso Optativo. Producción de Textos Académicos, impartido por la Profra. María Esther Magdalena Fuentes Martínez y que muestran su propia y particular percepción sobre el papel actual de la Educadora, el Jardín de Niños y la Educación Preescolar.
Mis primeros recuerdos escolares se remontan al año de 1997, cuando cursaba el nivel preescolar. Conservo en mi mente memorias sobre la escuela, mis compañeros de clase y festivales; pero lo que recuerdo con más claridad y nostalgia es a mi maestra, aquella mujer que día tras día nos enseñaba canciones y juegos nuevos, quien irradiaba alegría y nos trataba siempre con mucho cariño.
Supongo que si le preguntamos a las personas cuáles son sus primeros recuerdos escolares, la mayoría (si no es que todos) rememorarán sus años en el jardín de infantes y todas las experiencias que ahí vivieron. Pero ¿por qué la educación preescolar es tan significativa para nosotros? Sabemos, gracias a las aportaciones de Fröebel, que el Kindergarten es una extensión del hogar; una institución enfocada al desarrollo integral de los pequeños que tiene el fin de introducir al niño, a través del juego, en la naturaleza, cultura, moral, sociedad, etc. Esta pedagogía es la base de lo que hoy es el Jardín de Niños, y es tal vez, el motivo por el cual nuestra formación inicial es tan relevante en nuestras vidas.
Qué aburrido habría sido el preescolar si no hubiésemos aprendido a través de juegos, dinámicas o canciones; definitivamente, lo diferente a lo cotidiano es lo que más impregnado se queda en nuestra memoria; pero no se trata de jugar por jugar, o de cantar por cantar; se trata de enfocar estas divertidas prácticas a un fin educativo, se trata de aprender jugando. Esta tarea no es nada fácil, ya que existe una delgada línea entre el juego en su más simple expresión y el juego educativo, y esta importante labor recae en las educadoras, las acompañantes de los niños durante su educación inicial, las guías, las ‘mentes maestras’ detrás de todo lo que ocurre en un día en el Jardín de Niños. En este sentido oriento el presente texto, en las importantes tareas que desempeña la educadora, las cuales, me atrevo a decir, se resumen en tres: enseñar, cuidar y amar.
Con respecto a enseñar; la educadora tiene la tarea de ofrecer a los niños una serie de situaciones didácticas que, generadas en el ambiente de aprendizaje adecuado, permitirán la adquisición de nuevos conocimientos y también, estimularán el desarrollo de las capacidades ocultas en los alumnos, las cuales únicamente requieren ser potenciadas.
“Un niño es un ser dotado con todas las facultades de la naturaleza humana, pero sin desenvolver ninguna de ellas; un botón no abierto todavía. Cuando se abre, cada una de las hojas se desarrolla, ninguna queda atrás. Tal debe ser el proceso de la educación” (Pestalozzi, 2006). Esta será su primer labor, enseñar sobre la vida, la naturaleza y la cultura; acercar a los infantes de una manera más formal a los conocimientos matemáticos y favorecer el desarrollo de sus habilidades comunicativas; es decir, crear la bases necesarias para su educación futura y por ende, su vida en sociedad. De esta tarea desprendo la segunda que es “cuidar”. Sin embargo, sobre dicha actividad existe mucha controversia.
El “imaginario social” actual sobre el quehacer de la educadora es muy conocido y no podría contabilizar las veces que he escuchado las expresiones: “vas a cuidar niños” y “¿tienes tanta paciencia?” después de decir que me estoy preparando para ser maestra de Jardín de Niños.
Sí, nuestra segunda labor, creo yo, es cuidar, pero no en el sentido que todos se imaginan; el punto no es que una educadora que tenga 25 niños a su cargo se dedique a “pastorearlos” cual ovejas, a darles un poco de plastilina y entretenerlos por unas cuantas horas en lo que sus padres salen del trabajo. La tarea de cuidar va más allá, se trata de que la maestra atienda a las necesidades de cada uno de los niños, que vea en todo momento por su bienestar físico y emocional y que se preocupe por su constante desarrollo cognitivo y personal.
“Cuidar” implica una gran cantidad de cualidades necesarias en la educadora tales como ser observadora, saber escuchar, tener la capacidad de resolver de conflictos, comunicarse efectivamente con los niños y, ¿paciencia?, ¡no!, en todo caso serenidad, ya que no es lo mismo tener la capacidad de soportar una determinada situación, que tener la capacidad de responder pacíficamente a ella. “Cuidar” no es una tarea tan sencilla después de todo.
Finalmente, amar, una labor que por última no es menos importante y que va de la mano con la tarea anterior ya que implica la protección del pequeño. Sobre esto María Montessori, en su libro “La mente absorbente del niño” (1987), nos dice: “La naturaleza presta una particular protección al niño. Nace del amor, y el amor es su verdadero origen. Una vez nacido, se halla rodeado de la ternura del padre y de la madre; por tanto no es engendrado en la discordia, y esa es su primera protección.”
El pequeño desde que nace se ve rodeado del amor que le brindan sus padres, este afecto le ofrece protección y seguridad y a su vez le permite desarrollarse plenamente en sus primeros años de vida. Es este mismo amor, el que las educadoras deben de brindarle a sus alumnos dentro de la escuela, Ello hará que los niños aprendan dentro de un ambiente en el que saben que serán respetados, protegidos y queridos y esto les ayudará a avanzar positivamente en su trayecto escolar.
Todos conocemos ese dicho popular “la letra con sangre entra”, frase que se refiere a ese tipo de educación autoritaria en la que se creía que se podía asegurar el aprendizaje de los alumnos por medio de castigos o amenazas; sin embargo ¿de verdad un niño aprende a través del miedo? A pesar de que las experiencias negativas son difíciles de olvidar, las positivas son aún más significativas en la vida de los seres humanos. Enseñar teniendo como base el amor en lugar del miedo será más valioso para el alumno, especialmente en la edad de los preescolares, ya que ocasionará un impacto positivo en su aprendizaje y hará que el niño crezca con experiencias gratas, que sin duda alguna, conservará en su memoria.
Pero la tarea de las educadoras de amar no se limita únicamente al amor que le deben brindar al alumno, también se refiere al amor a la profesión; las maestras de jardines de niños desempeñaran su labor docente efectivamente si aman su trabajo, si creen en lo que hacen, y lo hacen con pasión. Este gusto por su trabajo será percibido por sus compañeras, por los padres de familia y especialmente por los niños. Cuando una persona dedica su vida a lo que ama, todo lo que hace lo hace con y por amor, y por lo tanto, su trabajo dará frutos.
Así que, ¿cuáles son las tareas que desempeña la educadora?, la educadora planea, tiene juntas con padres de familia, trabaja en conjunto con sus compañeras, lee, se actualiza; pero ¿qué es lo que hace para impactar tan positivamente en la vida de sus alumnos?, simple: ella enseña, cuida y ama. Son todas esas labores que tan eficientemente llevan a cabo día tras día y son todas esas cualidades que las caracterizan, las razones por las que a las maestras de jardines de niños se les debe admirar, reconocer y agradecer.♦
Bibliografía
- Fröebel, F. (2005). La educación del hombre. Sevilla: MAD.
- Montessori, M. (1986). La mente absorbente del niño. México: DIANA.
- Pestalozzi, J. H. (2006). Cartas sobre educación infantil. Carta III. (3a Edición). (J. M. Quintana, Traducción.) Madrid: Tecnos.
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