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Las Caras de la Evaluación en Preescolar

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Las Caras de la Evaluación en Preescolar

Perspectivas de las docentes en formación

Estudiantes de la ENMJN

Sergio Sol Monsiváis

Coordinador del presente ejercicio y profesor del curso Evaluación para el aprendizaje en la ENMJN

 

 

 

 

 

Los escritos siguientes surgieron como parte de las reflexiones, diálogos y encuentros que, cotidianamente, se han propiciado en el aula de clase. En este caso, se trata de productos, evidencias y propuestas que las estudiantes del curso de Evaluación para el aprendizaje, han construido como parte de su formación inicial. Este ejercicio de escritura tiene la finalidad de utilizar los aprendizajes conceptuales generados en las sesiones de trabajo. De alguna manera, son actividades en las que se promueve la transferencia de sus aprendizajes en relación a lo que se escribe y, por lo tanto, de lo que se piensa. Se puede decir que se trata de una serie de ideas y de reflexiones, sobre la utilidad y la importancia de la Evaluación, como parte de un proceso inherente al pensamiento pedagógico que se ha de desarrollar a lo largo de la formación.

Esta experiencia, otorgada por el hecho de escribir lo que se aprende, es una oportunidad para propiciar la producción de conocimiento; lo que genera que las estudiantes se vean a sí mismas como posibles prosumidores (productores-consumidores), es decir, que puedan darse cuenta de que son sujetos que no sólo reciben, sino que además proponen. Es en este contexto que el lector puede esperar un acercamiento a la idea de conocer para escribir. Además, es una oportunidad para que las estudiantes utilicen diferentes foros para alzar la voz, y así de ponerse en primer plano, al fin ser escuchadas. Es, en suma, aprovechar los espacios disponibles para mostrarse y reconocer que el propio talento para desempeñar diferentes habilidades de la docencia, y una de ellas es justamente la escritura.

Por lo tanto, se espera que los lectores tengan la paciencia para leer un ejercicio que seguramente elevará el vuelo.

Sergio Sol Monsiváis

 

 

 

 

¿Realmente se evalúa en preescolar?

María Fernanda Covarrubias Corona

Rocío Pérez Castillo

Jarumi Patricia Rosales Velázquez

estudiantes de la ENMJN. Grupo: 201

 

 

María Fernanda Covarrubias, Rocío Pérez y Jarumi Patricia Rosales

A lo largo de los años, la evaluación ha sido considerada como un instrumento por medio del cual se puede saber si los estudiantes “están o no están aprendiendo”; sin embargo, la evaluación posee un sentido mucho más amplio. Ya diversos autores le han dado a la evaluación un sentido completamente distinto a lo que realmente se piensa que es.

Al respecto Marcia Prieto, en una revista pedagógica, nos menciona que “desde una conceptualización tradicional, la evaluación está referida a la verificación del logro de objetivos de aprendizaje a partir de mediciones realizadas por instrumentos que permiten verificar la expresión del aprendizaje o comportamiento observable de los estudiantes, constatación que es considerada como evidencia suficiente para certificar la adquisición de determinados conocimientos, habilidades o actitudes.” (Prieto, 2008, pág. 126)

Como hemos mencionado, la evaluación anteriormente se tomaba para saber si los alumnos estaban obteniendo de manera adecuada los conocimientos, y retomando lo que la autora sugiere, la evaluación además era utilizada para certificar la adquisición de estos conocimientos, habilidades o actitudes, que los alumnos, dependiendo del grado en el que estaban, debían adquirir. No obstante, en el nivel que nos encontramos y tomando como referencia que nos estamos formando para docentes de educación preescolar, quisimos conocer cuáles eran las creencias de la evaluación existentes anteriormente para el nivel preescolar.

Raúl Gómez Patiño e Ileana Seda Santana, en un artículo albergado en la Red de revistas científicas Redalyc, titulado Creencias de las educadoras acerca de la evaluación de sus alumnos preescolares: un estudio de caso (Raúl Gómez Patiño, 2008), retoman los Programas de Educación preescolar PEP 1992 y PEP 2004. Mencionan que la evaluación en este nivel no es requerida de manera formal, ya que no puede haber alumnos reprobados o aprobados. En los argumentos planteados, según los autores y los programas, la educadora sólo debe y puede registrar acontecimientos relevantes que noten ostensiblemente en los alumnos, o bien, permitirles a ellos mismos realizar una autoevaluación, en la que identifiquen de qué manera han evolucionado en lo que antes se les podría haber complicado.

Aquí es donde, como docentes en formación, nos cuestionamos: ¿realmente se evalúa en el preescolar?, basándonos en las jornadas de prácticas a las que hemos tenido oportunidad de asistir, y de observar la manera en que las docentes llevan a cabo la evaluación, podemos decir que, aunque los programas de educación preescolar manifiesten cambios, la manera en que evalúan las docentes es parecida a lo que se llevaba a cabo en los programas de 1992 y 2004, ya que, en muchas ocasiones, las docentes realizan un ejercicio de autoevaluación en el que los niños deben reconocer si mejoraron en lo que anteriormente les faltaba; también, en trabajos que realizan las docentes, se anotan los acontecimientos relevantes que salten a la vista y que para ellas significa una mejora.

Desde nuestro punto de vista, y a manera de conclusión, creemos que, para poder hablar de una verdadera evaluación en el preescolar, debe llevarse a cabo un cambio efectivo en el que a las docentes se les proporcione instrumentos y capacitación, y en la que se les mencione cómo y qué es lo que deben evaluar en alumnos de edad preescolar. Mientras tanto, de no ser así, se estaría llevando a cabo un intento de evaluación, en el cual no se obtiene ningún resultado, hecho que resta credibilidad al nivel preescolar en general y a la importancia de que asistan.

 

Bibliografía

Prieto, M. (2008). Creencia de los profesores sobre la evaluación y efectos incidentales. Revista de pedagogia. Vol. 29, N°. 84, 123-144.

Raúl Gómez Patiño, I. S. (2008). Creencias de las educadoras acerca de la evaluación de sus alumnos preecolares: un estudio de caso. Redalyc, 33-54.

 

 

 

 

Evaluación: requisito en mi formación docente

 Janette Hernández Gutiérrez

Karen Aideé Morales Mendoza

Jennyfer Monserrath Morales Sandoval

estudiantes de la ENMJN. Grupo: 201

 

De izquierda a derecha: Jennyfer Monserrath Morales, Karen Aideé Morales y Janette Hernández Gutiérrez

Estas líneas tienen como objetivo presentar una aproximación conceptual de la evaluación en la mejora de las competencias de la formación en la Licenciatura en Educación Preescolar al tiempo que nos permita analizar su percepción. Tenemos la intención de motivar al lector a reflexionar acerca de la importancia que tiene este proceso en el desempeño de la función educativa, así como a introducir la autoevaluación como instrumento de auto-dirección hacia el desarrollo profesional.

La evaluación se entiende como un proceso sistemático que implica la recolección de información para, posteriormente, darle un juicio de valor que oriente a la toma de decisiones, encaminadas a perfeccionar la práctica educativa y la mejora de su calidad profesional.

Con esta definición se deduce que, en la didáctica, este proceso contribuye a la prosperidad de nuestra actividad como docentes en formación y hace posible el proceso de enseñanza-aprendizaje.

Ante los retos presentes, y durante el trayecto de la Licenciatura en Educación Preescolar, encontramos que la educación custodia el desarrollo de ciudadanos responsables, competentes y comprometidos con la mejora de su contexto, en el que se conceptualizan los procesos de autoevaluación y de reflexión, los cuales construyen una oportunidad para favorecer rutas hacia el desarrollo profesional y de mejora de uno mismo.

Entonces, ¿cómo debemos enseñar? Es una de las muchas preguntas que se plantean recurrentemente en los cursos de la Licenciatura; lo cierto es que, cuando existe la pauta de vivenciar la práctica docente, se observa que es una actividad dinámica, reflexiva y de interacción que no sólo se limita a los procesos educativos en un salón de clase.

Esto quiere decir que la labor docente debe asumir una actitud creativa, asimismo, debe ser empático, responsable y emprendedor, habilitado para aventajar las limitaciones que el contexto le presente, propagando respuestas inmediatas que promuevan el desarrollo del conocimiento de una tendencia reflexiva y crítica, no sólo en el estudiante sino en la misma labor del docente; de ahí la importancia de reflexionar sobre el rol docente, el saber pedagógico y didáctico en la relación con la sociedad del conocimiento y con la responsabilidad ética en nuestra formación como Licenciadas en Educación Preescolar.

Ha de “entenderse la praxis como acción se sigue que la acción práctica conlleva decisión, y esta decisión impone un obrar y ambas se sitúan así en el mismo plano. La acción práctica implica pensamiento y el pensamiento impone un obrar”. 1

Por todo ello, es importante llevar una praxis en nuestro actuar, reconocer los desafíos, exigencias constantes en la búsqueda de la coherencia entre lo que decimos y lo que realmente hacemos en nuestro actuar y, próximamente, en un aula de nivel preescolar. Para generar esta autoevaluación, hay que tener una visión con una actitud abierta, con ello, será viable reflexionar de manera consciente en nuestro desempeño profesional y provocar una re-significación de nuestras prácticas sociales.

 

 

Referencia bibliográfica

  • Díaz Barriga, F. (2005). “Enseñanza situada, Vínculo entre la escuela y la vida”. México: McGraw Hill.
  • Domingo, A. (2013). “Práctica reflexiva para docentes: de la reflexión ocasional a la reflexión metodológica”. Publicia: Alemania. Págs. 139- 174
  • Ferry, G. (1990). “El trayecto de la formación: el enseñante entre la teoría y la práctica”. México: Paidós.

 

 

 

 

¿Cómo se articula la evaluación?

Carolina Mondragón Saldaña

Cynthia Rivera Martínez

estudiantes de la ENMJN. Grupo: 201

 

Carolina Mondragón Saldaña y Cynthia Rivera Martínez

El breve texto presentado a continuación despliega el fenómeno de la evaluación a través de ciertos puntos destacables, cuyo objetivo es dar a conocer la situación a la que se enfrentan los estudiantes y su opinión.

Con respecto a las exposiciones…

La evaluación en el ámbito educativo es uno de los más conflictivos y con mayor protagonismo. Esta surge a razón de que los docentes puedan obtener cifras tangibles sobre el aprendizaje esperado en el alumno, lo que no siempre es adecuado, considerando que el conocimiento de los estudiantes no debería medirse a través de una calificación, pues esta no demuestra realmente el nivel de competencias reales de los estudiantes.

¿Qué es?

Se puede decir que la evaluación es una actividad inherente a toda actividad humana intencional, por lo que debe ser sistemática, y que su objetivo es determinar el valor de algo (Popham, 1990). Es un proceso que implica recoger información con una posterior interpretación de ella, en función del contraste con determinadas instancias de referencia o patrones de deseabilidad para, de tal modo, hacer posible la emisión de un juicio de valor que permita orientar la acción o la toma de decisiones, tanto de los docentes como de los estudiantes.

Calificar vs Evaluar

La calificación es la expresión cuantitativa que emite y asigna una cifra; mientras que la evaluación es cualitativa, y es aquella que emite juicios de valor a ser contemplados en un trabajo o exposición. Sin embargo, la finalidad de ambas es saber si se lograron, o no, los objetivos esperados; algo así como una medición del aprendizaje que, a grandes rasgos, demuestra los conocimientos, las habilidades y las destrezas del estudiante.

Lo que se evalúa

  1. Actitud nerviosa. Frente al público, el orador camina constantemente de un lado a otro, juega con algún objeto o mueve los brazos y la cabeza sin que sus movimientos tengan significado o motivo.

  2. El orador se queda fijo en un lugar y no utiliza su cuerpo ni el espacio para expresar significado.

  3. Exageración de algún gesto en particular. Los oradores suelen tener un gesto favorito que utiliza siempre, aquí tendríamos que observar si afecta éste de manera negativa el proceso discursivo.

  4. Gesticulación exagerada. En ocasiones el orador adopta una expresión débil y/o apática.

  5. Actividad no integrada. Mostrar diferentes grados de tensión en las diversas partes del cuerpo.

  6. El uso de un solo gesto o de los mismos movimientos cansa al público. (1)

El estar frente a los compañeros, docentes y otras personas que se puedan encontrar en el aula provoca que los estudiantes puedan expresar alguno o varios de los puntos arriba mencionados, por estar conscientes de que su comportamiento e interpretación del tema les dará una calificación que puede resultar alta o baja, buena o mala, según ellos la consideren.

Retomando la opinión de algunos estudiantes, las exposiciones deberían servir para favorecer la seguridad frente a un grupo, o bien, la libre expresión e interpretación de un tema, el cual pueda retroalimentarse durante la misma, por lo que se espera que los docentes consideren el valor de una exposición o bien los elementos a evaluar, usándola como una estrategia o una actividad más, y no como una evaluación total de las competencias y conocimientos de los estudiantes.

 

FUENTES DOCUMENTALES

 

 

 

 

La evaluación futura

Dennisse Hernández Montes

Esther Juárez Velázquez

Margarita Karol Trejo Díaz

estudiantes de la ENMJN. Grupo: 201

 

 

Dennisse Hernández Montes, Esther Juárez Velázquez y Margarita Karol Trejo Díaz

Somos estudiantes de la licenciatura en educación preescolar que cursamos el cuarto semestre. Durante el proceso de nuestra formación, hemos conocido información relevante que consideramos esencial para nuestro trabajo por venir. Ya que, dentro del curso de Evaluación para el aprendizaje hemos comentado diversos factores que consideramos como un cambio constante, por lo cual, se nos hizo oportuno abordar el tema de La evaluación futura retomando estos factores y lo que, con nuestro, concebimos y quisiéramos para la práctica docente que está aún por desempeñarse.

Como docentes en formación, en diversos momentos nos surgen numerosas dudas sobre nuestra práctica futura, Entre ellas están: ¿cómo vamos a evaluar a nuestros estudiantes, y qué aspectos debemos considerar para evaluarlos? Si bien recordamos, en la evaluación tradicional la escuela se centraba en lo que uno era capaz de hacer, en clasificar quienes eran “buenos” o “malos” y, sobre todo, para calificar cuantitativamente las acciones que llevamos a cabo en el ámbito escolar; todo esto tal vez con el fin de cumplir con el currículum establecido.

Pero, realmente ¿esto funciona ahora? “La evaluación tradicional, bascula sobre la idea de la actividad de los alumnos en su proceso de aprender consiste básicamente en recibir del profesor la información que soló éste conoce e ir acumulándola” (Bernard, 2000). Enfocarse en la repetición y memorización de conceptos e información no sirve de mucho, ya que, si las personas memorizan algún concepto sin comprenderlo, no lo pueden emplear en su vida cotidiana y, de la misma manera, no desarrollan sus capacidades y tampoco se enfrentan a nuevos retos y desafíos. “La evaluación tradicional suele sobrevalorar con increíble rapidez sobre toda la compleja gama de conductas que él alumno se ve precisado para ‘organizar’ esquemas… la información recibida de sus profesores y lograr, así, almacenarlas en estructuras lógicas consistentes que les facilitará su posterior recuperación tanto en el momento de los exámenes como en todas aquellas situaciones en las que necesitará reutilizar su saber” (Bernard, 2000).

¿Es esta la evaluación que queremos? “La evaluación no es una meta ni tampoco algo independiente y ajeno al proceso educativo, ni un momento de la labor docente, sino un elemento dinamizador y retro-informador de la acción educativa en todos sus aspectos” (Coop. Editorial Magisterio, 2004), claramente no es lo que en la actualidad buscamos; nosotras estamos en busca, más bien, de una evaluación integral, aquella que no se enfoque sólo en un aspecto, sino que considere todas las capacidades y habilidades de cada uno de nuestros estudiantes.

La “evaluación integral se expresa con claridad en la definición que se ha presentado: Prestar atención a todas la manifestaciones conductuales posibles de los alumnos dentro del contexto de enseñanza aprendizaje” (Ubiera, 2016), y no sólo considerarlos para calificarlos o clasificarlos, sino para potencializar al máximo en ellos dichas capacidades, y fomentar en ellos la seguridad propia, la curiosidad y la iniciativa para que se den cuenta de lo que son capaces y, sobre todo, siempre tengan el deseo de aprender algo nuevo, nosotras seremos una guía o un acompañamiento en su formación, seremos quienes, con ayuda de diversas estrategias de enseñanza, buscaremos fomentar en todos nuestros estudiantes aprendizajes que los formen como seres sociales, capaces de desenvolverse en diversos ámbitos, dispuestos a expresar sus ideas y pensamientos y, de igual manera, que se puedan relacionar con otras personas y puedan compartir sus saberes en  busca de un crecimiento para todos.

“Lo primero es que prestando atención a conductas que vallan más allá de puramente académico se puede desarrollar en un ejercicio educativo más cercano a las necesidades de los individuos y, por ende, pueden llevarlos a una mayor aplicación de sus aprendizajes, y a estar mucho más interesados por lo que se hace en la escuela. Todo esto puede resumirse en que en una evaluación integral los alumnos pasan de ser evaluados sólo como estudiantes para ser considerados también como personas” (Ubiera, 2016).

Todo esto lo iremos construyendo poco a poco. La evaluación es un proceso; en el ámbito educativo no solo vamos a considerar el final, sino todo lo que el estudiante va logrando desde el inicio. Él es el centro de la educación, se observarán los avances que va teniendo y, sobre todo, es preciso brindarles apoyo cuando tengan dificultades. “La evaluación continua no consiste, desde luego, en pasar pruebas al alumnado constantemente o con mucha asiduidad, sino afrontar el proceso de enseñanza y aprendizaje teniendo muy en cuenta que cualquiera de las fases que lo integran constituyen una oportunidad para obtener información acerca de qué está pasando en él desarrollo del mismo” (Ministerio de la Educación, 1996). Justo es ese el momento para que nos demos cuenta de lo capaces que son para salir adelante y de superar los obstáculos que se les presentan, y ocurre durante el proceso educativo por el que los estudiantes pasan y dentro del que tendrán oportunidades diversas para aprender los conceptos y la información nueva que ha de ayudar a ampliar su conocimiento.

Al fenómeno de la evaluación lo debemos comenzar a ver con otra mirada, no considerarla como un castigo o como algo malo; debemos considerarla, en todo caso, como una oportunidad para darnos cuenta de los aspectos que nos hace falta reforzar. “Un ejercicio evaluativo integral, más que producir ansiedades, confusión y temores en los alumnos, esto llamando a brindar aportes significativos en la confirmación de las propias capacidades (y las de otros) que han de manifestarse en las ejecuciones de los aprendedores. Cuando una evaluación educativa es integral, orienta y evidencia los aprendizajes al mismo tiempo, y esto a su vez, refleja la calidad de la enseñanza” (Ubiera, 2016) y cuales tenemos desarrollados para potencializar nuestro desarrollo físico, cognitivo y social.

 

 

Fuentes de consulta

Bernard, J. (2000). El peso de viejas formas de la evaluación educativa. En Modelo cognitivo de evaluación educativa: Escala de Estrategias de Aprendizaje Contextualizado (ESEAC) (208). España: Narcea.

Ministerio de la Educación. (1996). Evaluación en la ESO. España: Ministerio de la Educación y Cultura.

Ubiera, L. (2016). Hacia una evaluación integral: Evaluación integral ¿qué? ¿Por qué? ¿Para qué? República Dominica: S.R.L.

Varios, A. (2004). Evaluación integral y del aprendizaje. España: Coop. Editorial Magisterio.

 

 

 

 

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Acerca de Sergio Sol Monsiváis

Maestro en psicología educativa, especialista en docencia superior en educación física y educador físico por convicción. Ha trabajado en varios niveles educativos, de preescolar a educación superior en el ámbito público y privado. Es apasionado del deporte, la lectura y el buen comer, disfruta los viajes, la naturaleza y los animales. Coordina el Programa de Psicopedagogía en la ENMJN. Es docente de cursos del Trayecto Psicopedagógico.

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