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Meteorología Sentimental (FRASES)

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Meteorología Sentimental (FRASES)

(de: Almacén Temporal de Residuos Peligrosos)

Fotografías del autor

Jorge Santana

docente de la ENMJN

 

 

 

Mi cuerpo recuerda lo que mi alma olvida.

 

Escondo con ahínco aquello que a nadie interesaría.

 

Cuando llueve todo el día, me acuerdo con más dulzura de lo que he perdido.

 

Confianza es calor físico.

 

Detrás de quien engaña a quien sea, hay un engaño a sí mismo; detrás de quien teme lo que sea hay un temor de morir.

 

La verdadera timidez es negarse al error.

 

Mientras vivimos no percibimos sino la eternidad.

 

Toda promesa tiene algo de culpa.

 

La mayor confianza vive en una desconfianza.

 

A veces esperar es condenar el ansia.

 

Quien ha vivido de necesidades no aspira a la plenitud, sino a la necesidad de la plenitud.

 

Vengar algo es tender un puente de preocupación mientras se lo busca tirar.

 

La costumbre, como la conciencia, es una suma infinitesimal de pequeños instintos.

 

Es difícil llegar donde nadie te espera, pero es más difícil adonde te esperan todos.

 

La oscura voluntad de ser un Cristo, ser carne de cañón, ir al peligro a ver qué anda mal, darse a la madrugada del alma, al horror de los hombres para atrapar de ellos una nobleza urgente o un golpe vital.

 

La indiferencia es olvidar algo antes de que ocurra, algo que todavía no sabemos si odiar o querer, algo que lamentablemente iría a refrescar nuestra siempre retardada plenitud.

 

Y sin creer en nadie ¿quieres que crean en ti?

 

Me resulta difícil identificar lo grave de una ofensa excepto cuando escapa de mis labios.

 

Entre orgasmo y canto, la risa.

 

Reír es la celebración del cuerpo. Cuando se ríe, el cuerpo está de fiesta.

 

Existen tres tipos de prisa: la cándida, la culposa y la enojada.

 

La prisa es el suicidio de la distracción.

 

Qué satisfactorio es nada tener porque todo se da.

 

Soluciones radicales con actos dulces.

 

Nadie siente de más.

 

Genealogía sentimental en diez niveles: distinguir cuando esa duda(1) que precede a la decisión(2) de ofrecer agradecimientos(3) viene más bien de un afán de exoneración(4) que desentraña inopinadamente cierta culpabilidad(5), motivada en el fondo por la vergüenza(6) de no poder ocultar(7) el retraimiento(8) a consecuencia de un exceso de soledad(9), que no es sino la soledad de todos en la nuestra(10).

 

Hay sonrisas que miran. Hay miradas que sonríen.

 

El miedo no se cura con confianza, se cura con riesgo.

 

Ofenderse por groserías es absurdo. Decir groserías causa molestias tan sólo un poco más duraderas del tiempo que se invierte en pronunciarlas; insultar, en cambio, sea con actos, palabras o silencios, hiere en lo profundo y requiere pericia. Por esa lógica, las groserías no desatan contextos en sí mismas y son contrarias a los argumentos que crean los insultos. El grosero pierde su tiempo; el que ofende, su alma.

 

Enojados por un desconocido que camina más aprisa que nosotros y darnos a rebasarlo.

 

No sé defenderme sin ofender y viceversa. Ofensa y defensa son lo mismo para mí.

 

El agradecimiento no se da; se tiene.

 

La culpa es el miedo hecho comezón.

 

No distingo entre permanecer durmiendo de día con fiebre, y permanecer durmiendo de día sin fiebre.

 

Me enamoro de la paloma que visitó mi balcón y, desde entonces, la alimento cada día; le doy un mes completo de mi vida al cuaderno que alguien me obsequió, comparto mi vida con la mujer que me abordó en un café; cambio todo mi camino por una sola sugerencia. Por más que proyecte mi vida, al final lo que importa es siempre otra cosa. No puedo acceder a mis más grandes deseos si no es por casualidad.

 

Los celos crecen desde los labios.

 

Un chiste dos veces escuchado es aburrimiento mil veces vivido.

 

Artista en tres pasos. Uno: sentir lo que ya está. Dos: sentir lo que aún no está. Tres: hacer sentir lo que no está como si ya estuviera, y al revés.

 

En cuanto conozco a alguien comienzo en mi mente la redacción de su carta.

 

Solía angustiarme esta pregunta: “¿y quién podrá quererme con mi cara de angustia?”

 

Telefilia: Gusto por la lejanía.

 

Estado: peligroso y en peligro.

 

Corriendo, yendo tarde a la sesión de meditación. Deprisa a relajarse.

 

Deprisa a ningún lado.

 

Una hipocondría más: si llego a tomar un medicamento y leo sus reacciones secundarias, me ocurren todas.

 

Cuando los intereses se multiplican, no se diluyen; se intensifican.

 

La tristeza sólo consigue cosas tristes.

 

 

 

CC BY-NC-ND 4.0 Esta obra está licenciada bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivar 4.0 Internacional.

Acerca de Jorge Santana

Doctor en Historia del Arte, maestro en Artes Visuales y licenciado en Comunicación por la UNAM, donde también cursó Lengua y Literatura. Especialista en cultura visual y multimedia, creación literaria y teorías del lenguaje. Autor de tres libros y numerosas exposiciones de pintura. Ha impartido ensayo crítico (posgrado de Bellas Artes) y coordinado talleres de plástica y poesía. Su obra le ha valido reconocimientos. Es miembro del comité de la revista Práctica Docente de la SEP.

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