Mi vida en la Nacional de Educadoras
Blanca Estela Orozco
Jefa del Área de Becas de la ENMJN
La ENMJN y los azares del destino
…¿Que cómo fue que llegué a la ENMJN? Se los voy a platicar. Transcurría 1976. Por ese entonces, trabajaba en una empresa donde ganaba muy bien, tenía todas las prestaciones, pero el horario era de 9 de la mañana a 7 de la noche. Así iban las cosas hasta que nació mi hija y, por las exigencias que implican criar a un bebé, tuve que renunciar. Después de casi medio año, mi cuñada Marina me avisó que solicitaban una secretaria de medio tiempo en la ENMJN. Medio tiempo, eso sonaba bien. De modo que me presenté en la escuela, y del Área de Recursos Humanos me enviaron a otro departamento para presentar exámenes de ortografía, redacción y taquigrafía. Los hice todos. Como suele ocurrir, dijeron que me llamarían, lo cual no pasó durante otros cinco meses, hasta que una mañana mi cuñada me hizo saber que ese mismo día entregarían las plazas y que viniera a preguntar. Al vuelo, encargué a mi hija y, sin tiempo siquiera de avisar a mi esposo, me presenté. Pero esa vez no había nadie en las oficinas, todo mundo estaba en un evento en el auditorio, y era solamente una compañera la que estaba en su puesto; así que me le acerqué para hacer algo de plática, pero ella de plano mejor me envió a otro escritorio para que no la interrumpiera. Eso empezaba a pintar un poco raro… Y fue en ese momento que, justo mientras observaba una máquina de escribir Olivetti ¡sin teclas!, apareció nada menos que Amparo Valadés, la Directora de la institución, lucía muy apurada, traía un oficio en la mano y, sin dar lugar a explicaciones, me dijo: “por favor corrija rápido este oficio y me lo lleva al auditorio. Urge que lo turnen a la Dirección General”.
Tomando todo como venía, con naturalidad le pedí a la compañera hojas membretadas, papel carbón y copia. Sin oportunidad de nada más, me dispuse a corregir el oficio y a llevarlo para su aprobación lo más discretamente posible. Una vez firmado por la propia Directora, esta me pidió que se lo diera personalmente al mensajero. Acto seguido, regresé con la compañera por el sello y para preguntar quién era el susodicho mensajero. Tras entregarlo debidamente, no hubo más que salir de la oficina y sentarme a esperar en la salita de la recepción. Luego de un tiempo, cuando por fin terminó lo del auditorio y regresó la directora, me preguntó si al fin había cumplido el encargo. Por supuesto le dije que sí. Entonces se me quedó viendo con cierta extrañeza, escudriñándome hasta que me preguntó: “Usted no trabaja aquí, ¿verdad?”… Era el mejor momento para explicarle la razón por la que iba. La directora, satisfecha con los resultados de mi primera labor extraoficial, decidió quedarse conmigo ¡Y fue así como me dieron la plaza! Recuerdo que los árboles de la escuela comenzaban a deshojarse y la luz que iluminaba aquellos días empezaba a tornarse más tenue. Era ya el otoño de 1981.
Blanca Estela Orozco Medina, en 1981, cuando llegó a la ENMJN
Una década, una subdirección
Desde aquel año y hasta 1991, estuve adscrita en la Subdirección Administrativa como secretaria personal de la Mtra. María Teresa Ogazón Sánchez. La relación desde el principio fue muy empática y de gran confianza, tuvimos ocasiones gratas, otras de gran sorpresa y otras no tan gratas. Lo bueno era que la Maestra venía del SNTE, colaboraba estrechamente con el Profesor Carlos Jonjitud Barrios y a todo le daba cauce bajo lo que indicaba el reglamento. Era evidente que se trataba de una persona recta, lo que le permitía ganarse la confianza del personal.
Así iban las cosas, hasta que sorpresivamente hubo cambios de directivos. Después de tanto tiempo inamovible, ¡los cambios ocurrieron en menos de dos horas! Para entonces, yo había llevado por año y medio la Subdirección Administrativa prácticamente por mi cuenta, ya que la Mtra. Ogazón se había enfermado y ya sólo era capaz de hacer algunas llamadas y firmar los oficios. Así que cuando tocó el relevo de la siguiente administración, me quedé a colaborar con la Maestra Margarita Reyes Sales(ᵻ). Ya estaba escrito, un año más en la misma subdirección.
¡Cómo recuerdo las máquinas de escribir de aquellos años!, sobre todo cuando me tocaba, junto con las autoridades, hacer el presupuesto anual de necesidades. En esos casos, salíamos de trabajar tardísimo, no había para nada toda la tecnología de hoy, eran máquinas Remington u Olivetti, mecánicas, como lo he mencionado, muchas veces sin las teclas completas; tenía que ponerles pedazos de diurex o cartoncitos doblados para no lastimarme los dedos. Al final, no me quedaba más remedio que hacerlo todo por partes para que cada partida quedara integrada con sus necesidades. Imagínense, con tantos ajustes que se hacían constantemente al presupuesto, pronto me convertí en la más veloz para las técnicas de pegado y borrado.
Desde luego vinieron tiempos mejores y la alegre ternura de los retos cotidianos cambió por nuevos desafíos y distintas formas de trabajo: ¡llegaron un día las máquinas eléctricas! Primero, eran de las de esfera metálica y, luego, de las de “margarita”. Todo otro mundo, señoras y señores. Pero, como bien darán fe quienes hayan transcurrido en una oficina en esos tiempos, pronto la tecnología se disparó como nunca y, llegada la era de las computadoras, nada regresó a ser como era. Fue así que, en una de esas solicitudes presupuestales, desde luego, nos tocó solicitar las codiciadas computadoras. Fui testigo de cómo nos íbamos modernizando. ¡Genial!
De repente, ¡un gran susto!
Me refiero al Terremoto de 1985, porque lo vivimos en carne propia. Y todo aquel al que le tocó vivirlo, sabe que fue el susto más grande de todos. Ese día en nuestra querida Nacional de Educadoras se presentaría en concierto nada menos que Tania Libertad, y me tocaba nada menos que a mí atender a la responsable del evento y que fungía de enlace con la DGENAM. Ese día, jueves, recuerdo bien, como todas las mañanas de entonces, abordé un pesero con mi hijita de seis años en la calle de Netzahualcóyotl, en pleno Centro Histórico de la ciudad. En mi trayecto a la escuela, todavía no existía la Línea 9 del metro, así que no tenía mejor opción para ir al trabajo. Una vez adentro del pesero, enfilamos hacia el sur y el conductor tomó, como era habitual, la ruta por la Calzada de Tlalpan. Sin embargo, esta vez me tocó ver cómo los convoyes del metro, que en esta avenida corren al mismo nivel de los autos, estaban por completo detenidos mientras los edificios vecinos se caían entre humaredas de polvo, ¡uno tras otro!
La gente gritaba desde las ventanas y enseguida el edificio desde donde lo hacían, había desaparecido. En medio de ese vértigo y con una sensación de extrañeza, continué como todos con mi camino un tanto por inercia, hasta que pude llegar con mi hijita a la escuela. Como conocemos los capitalinos, el suelo de nuestra ciudad se va volviendo más sólido hacia el sur, gracias a su condición pedregosa. De modo que cuando estábamos en la escuela, que justamente se sitúa ya en el sur, la realidad era por completo otra, a lo sumo se había salido sólo un poco de agua de la alberca. La gente ahí decía que, en efecto, había temblado “pero poquito”, “algo muy leve”. Entonces les conté lo que había visto en todo mi recorrido. La incredulidad es también una condición bastante humana, de modo que nadie me hizo caso.
Tanto así estaban los ánimos de desencontrados esa mañana, que la propia señorita-enlace de la DGENAM me dijo que me calmara, que no pasaba nada. No obstante, un par de horas más tarde, cuando se difundió la fatídica noticia en los principales medios, se ordenó cerrar la puerta de la escuela para que nadie saliera y que los padres de familia, en medio de tamaño caos, pudieran localizar con mayor facilidad a sus hijas estudiantes o a sus familiares. Aun con todo, y con lo raro que a veces ocurre en nuestra ciudad, he de mencionar que el evento de Tania Libertad sí se llevó a cabo.
De esta tragedia, lo más doloroso fue que una de nuestras compañeras que vivía en los Multifamiliares Juárez, dejó en casa a su sobrino puesto que iría a salir más tarde. Pero ese día ya no lo volvió a ver jamás, y su casa también desapareció. Por otro lado a la responsable del evento de la cantante se le murieron, de manera similar, algunos familiares en su departamento… En fin, fue aquí conocí la solidaridad de cómo los mexicanos nos volvemos uno para salir adelante, conocí lo que es ser sensible al dolor ajeno. Una verdadera hermandad nacida en un instante.
Regreso a los avatares de los cambios
Luego de este trago amargo, retomo aquel otro momento difícil, cuando sorpresivamente en septiembre de 1991, hacia el mediodía, estábamos la Mtra. Amparito, La Mtra. Tere y yo trabajando en el Presupuesto de Necesidades, cuando entra una llamada importante de la DGENAM y piden hablar con la Directora, una vez que le pasé la llamada vi cómo su rostro se tornaba más y más serio, cuando al fin colgó, la maestra nos comunicó que ¡en tan sólo un par de horas llegarían los nuevos Directivos! En dos horas la secretaria de la Dirección y nosotras en las subdirecciones elaboramos de manera exprés los informes de entrega y sacamos, no sin nerviosa tristeza, las cosas personales de cada autoridad. ¡Y pensar que un año y medio de toda esa década me había encargado de la subdirección administrativa sola! ¡Y ahora todo terminaba en sólo dos horas! Sí, en ese pequeño lapso que sirve apenas para pensar cualquier cosa, llegaron de la nada los nuevos directivos: la Profa. Esther Carolina Pérez Juárez como Directora, Margarita Reyes Sales, Subdirectora Administrativa, y Vicky Puente como Subdirectora Académica. ¡Qué tal!
¡Oh, no puedo explicar bien lo que sentí en ese momento tan intempestivo! Creo que nunca nos percatamos de lo que en verdad sucedía. Sólo sé bien que vi de cerca la deslealtad, la hipocresía, la falsedad. ¿Y que porque pienso esto? Es porque aquellas personas que, de costumbre, por las mañanas entraban a las oficinas con las maestras para tomar café, o bien, para solicitar algo en beneficio a sus intereses, aquellas personas que siempre se mostraron incondicionales, en tan sólo un parpadeo, cuando llegaron los nuevos directivos, ya no se despidieron siquiera de sus supuestamente veneradas maestras, y todo simplemente porque en ese momento habían perdido su lugar de privilegio. Es curioso, pero a la larga, una acaba por no sorprenderse de comportamientos como esos. Pasa todo el tiempo: “¡Viva el rey! ¡Muera el rey!” El mundo parece funcionar de pronto de modo tan caprichoso.
Pero la ola pasó, como todo pasa, y en la nueva administración me quedé con la Mtra. Margarita Reyes Sales(ᵻ), un año más en la Subdirección Administrativa. Fue justamente la Mtra. Reyes la que, después de que yo trabajara un año ininterrumpido junto a ella, me enviara adscrita a la Biblioteca Infantil, lo que le agradecí mucho después, ya que durante el poco tiempo que duró como Subdirectora, y un año como Directora, nos hicimos amigas. La verdad es que a la Maestra le encantaba cada vez que podía ir a la Biblioteca Infantil.
Entre libros e historias: la Biblioteca Infantil Berta von Glümer
Hace casi un cuarto de siglo, para ser exacta, en noviembre de 1992, mi vida se vio transformada. Después de haber sido la secretaria de la Subdirección Administrativa durante más de diez años, me avisaron (por medio de un memorando firmado por la Mtra. Reyes Sales), que había sido comisionada, nada menos que a la Biblioteca Infantil Berta von Glümer, debo confesar que lo padecí y que, literalmente, me puse a llorar. La razón de mi llanto es que yo creí que se trataba de un castigo infligido por algún oscuro designio. ¡Y cómo no!, pues, para ser sincera, entonces prácticamente no sabía ni qué hacer al respecto: no conocía nada sobre la Biblioteca; además, la consideraba un espacio bastante inerte pues veía que los libros seguían intactos desde la vez que se había inaugurado, en diciembre de 1982.
Encima de todo, también había bastante basura: botes de varios tamaños, papeles apilados de diferentes tipos y colores, plásticos, tramos de limpia-pipas, esferas de unicel, entre otros estorbos y desperdicios. Todo yacía en el suelo. Cuando le pregunté a la Mtra. Lourdes Monterde (quien hasta entonces había sido la responsable de la Biblioteca Infantil) si podía tirar toda esa basura, me contestó: “¡De ninguna manera, todo eso es muy bello; m-u-y b-e-l-l-o!…” ¡Ups! De inmediato me di cuenta de que, de ser así, era yo entonces la que de plano no tenía imaginación ni creatividad. He de decirles que unos días después, y ya que nada podía ocurrir encima de eso, fue la maestra quien me enseñó a hacer maravillas con ese material, la primera de muchas: dos abejorros que, modestia parte, ¡me quedaron hermosos! Tanto así había sido, que mucho tiempo después, y ya relevada de su cargo, la maestra volvió a la escuela a visitarnos y nos suplicó que le regaláramos los abejorros. Mi famoso par de abejorros que, sin pensarlo por supuesto, le dimos.
Pero todavía con ella, y ya en confianza, le pedí ayuda a la Mtra. Monterde con un curso de biblioteconomía. ¡Y viva!, me lo autorizaron. Todo empezaba a fluir, a relajarse. Además, la maestra me enseñó a apreciar la literatura Infantil, me enseñó la manera de quererla y de aprenderla, me hizo leer a Alga Marina, a Dora Pastoriza, a Herminio Almendros, entre tantos otros. Para entonces se había desatado más actividad en la Biblioteca que la que hubiera antes. Por mi parte, llamaba a los niños (hijos e hijas de todos los compañeros, incluida mi propia hija) para que hicieran sus tareas desde otra perspectiva, en la que tuvieran un contacto agradable y directo con los libros y que jugaran con el material de construcción en el área de ludoteca y teatro. Poco a poco, las maestras de la escuela también decidieron llevar a sus grupos para contarles cuentos. La cosa cobraba realidad y los resultados eran ostensivos.
¡Wow! Cómo olvidar el día que la Mtra. Alicia Sodi bajó con su grupo a la biblioteca para narrar a las estudiantes algunas parábolas de la propia Berta von Glümer, La perla azul, El payaso de madera, La casita del amor… En ese momento quedé totalmente embelesada y, de ahí en adelante, decidí que yo también aprendería, a como diera lugar, a contar historias. Le pedí a la querida Alicia Sodi que me adiestrara en el arte de narrar. Al principio no fue fácil, pero con el tiempo logró hacerlo. También, con los cambios que trae el tiempo, la maestra ya no estuvo más ahí. Y, un día, en una reunión de todas las escuelas particulares que tenían la Licenciatura en preescolar, ella vino, y tuve la oportunidad de mostrarle, de desplegar ante sus ojos con gran satisfacción, todo lo que me había enseñado.
Pero el arte de contar cuentos no acabó ahí. Mi amada Maestra Luz María Gómez Pezuela me siguió ayudando a pulir el oficio. No puedo dejar de mencionar historias como Epaminondas, o La viejita chirriquitita, entre otras. Con las nuevas técnicas incorporadas a mi experiencia, le solicité a la maestra Monterde hacer un proyecto para tener visitas más asiduamente en la Biblioteca Infantil. De modo que fuimos creando tres programas: La hora del cuento, Implantación y funcionamiento de bibliotecas infantiles y Actividades de narración oral y lectura en voz alta.
Bajo esta nueva racha de logros, nos autorizaron el proyecto y nos dimos a la tarea de enviar invitaciones a los jardines de niños, por supuesto, dando prioridad a los niños de nuestro Jardín Anexo. Así que hicimos talleres con las alumnas. Difícil describir a detalle toda esta revolución que se empezó a vivir en la biblioteca. Eran tantas escuelas las que venían, que llegó un momento en que debían solicitar el espacio con mucho tiempo de anticipación. La voz se estaba corriendo y pronto vinieron tanto las normales oficiales como las particulares. Es de entonces tradición que en la Biblioteca Infantil se dispongan tres libretas en las que los visitantes dejan sus comentarios, en ellas vemos la huella de inspectores y directores, de maestros, alumnas y de personal proveniente de escuelas de varios estados de la República, por no decir de la UPN, de la Benemérita, etc. ¡Estaba feliz!
Cuando la Mtra. Monterde se jubiló, comisionaron como responsable de la Biblioteca Infantil a la Maestra Elena Lara, a quien yo admiraba por sus singulares obras de teatro. Desde entonces y hasta ahora, somos grandes amigas. Así que en el momento que puso un pie en la biblioteca le dimos seguimiento al proyecto. Y, cuando hubo más familiaridad, le pedí encarecidamente que me enseñara en qué consistía el teatro infantil y, de paso, le pedí capacitación en biblioteconomía para desempeñar más eficazmente lo encomendado. Sólo puedo decir que fue la mejor mancuerna. Nos turnábamos para atender a los distintos grupos visitantes. También nosotras, representando a la Biblioteca, hacíamos visitas a los estados para presentar actividades de teatro y narración, y en múltiples ocasiones me solicitaban para ir a Cuautla, a la Normal Queretana, a la Universidad la Salle, entre otras instituciones. Por su parte, la maestra Lara seguía dando cátedra a los grupos de la ENMJN, y yo dando talleres a las alumnas de narración oral. Cada día crecía el interés por visitar la Biblioteca Infantil. Tanto fue así, que la fiebre se expandió y se empezaron a crear bibliotecas infantiles en más escuelas y jardines de niños, y claro, con la nuestra como modelo a seguir.
Con este intenso ritmo de actividad, pronto me inscribí en diferentes talleres más especializados de narración oral y de lectura en voz alta. Primero, ingresé a la Cátedra Iberoamericana de Narradores Orales escénicos, y después, con Eduardo Robles (Tío Patota), también con Los juglares, y con la Sra. Carmen Estévez de García Moreno (ᵻ), con Margarita Nieto y algunos más… Lo bueno es que todo lo aprendido se vio reflejado en el trabajo con los pequeños del Jardín de Niños Lauro Aguirre (anexo a la ENMJN), así como con los niños de otras instituciones educativas, oficiales y particulares.
Para el espacio curricular de “Contenidos de aprendizaje” ofrecí talleres de Literatura Infantil, Implantación y operación de Bibliotecas Infantiles, y de Narración oral. Fue maravilloso trabajar con los padres de familia en el Lauro Aguirre haciendo talleres de lenguaje escrito, ver el interés de ellos, incluso de los abuelitos, eso fue inigualable. Imagínense, en una ocasión, una abuelita que se enteró, vino a inscribirse a un taller porque “su sueño de toda la vida era poder declamar el Brindis del Bohemio”. Y, por supuesto, ¡lo logró!
De ahí en adelante, la Mtra. Gómez Pezuela me pidió que le abriera todas sus conferencias y pláticas en cada uno de los sectores de preescolar. ¡Adrenalina pura! Pero me encantaba. Desde entonces, es difícil ya que me baje del escenario. Recuerdo que un día fuimos a Iztapalapa la Mtra. Luchita, la Mtra. Amparo Palacios (Jefe del Sector (ᵻ) y yo. Cuando llegamos, a un lado, sobre la banqueta, estaban tres hombres repartiéndose lo que seguramente venían de haber robado de un camión, (bolsas, chamarras, etc.) Les dije a las maestras que tenía mucho miedo: pero Luchita me insistió en caminar derecha, tranquila y sin voltearlos a ver. Lo curioso fue que, cuando en efecto ellos nos advirtieron, de inmediato se pusieron de pie e inclinaron la cabeza para saludarnos amablemente, diciendo: “no se preocupen, no les haremos nada, ustedes son maestras…” Les contestamos el saludo. Y al rato, ya en la institución, nos reíamos de nervios.
Cuando cambiaron de lugar la Biblioteca infantil de la ENMJN al Jardín Anexo, fue un verdadero placer laborar con todo el personal de aquel entonces, pues desarrollamos un gran trabajo colaborativo: La directora del jardín, Rosy Romo, junto con la maestra Lara, el personal administrativo y una servidora, logramos un ambiente humano y de armonía. Teníamos además de la Biblioteca, el Salón de ciencia y el Coro, donde justamente se integró, con gran tino, al grupo de Niños hipoacúsicos. Tuve además la oportunidad de atender a niños débiles visuales, ciegos y a los niños de Centros de Atención Múltiple. ¡Un gran reto!
¡Cómo olvidar la primera vez que atendí a los pequeños hipoacúsicos! Yo había estado buscando estrategias con la especialista, quería que me guiara para utilizar más y mejor mi expresión corporal y de labios. En cambio, para trabajar con los débiles visuales y ciegos, en un principio pensé que, si retiraba las sillas y los sentaba en la alfombra, me daría mejor resultado y no los pondría en riesgo con el contacto tosco de sillas y mesas. ¡Pero me equivoqué! Reaccioné de inmediato cuando ellos me preguntaron: “Maestra, ¿a qué hora nos vamos a sentar para tomar los libros?… ¡Ups! Así fue cómo aprendí que los niños, si los tratas sin distinciones, resuelven todo obstáculo. Con el Proyecto de Lenguaje Escrito (una vez recibida la capacitación tres años por las maestras Emilia Ferreiro y Miriam Demerozky), creamos talleres de gran participación con padres de familia y con niños.
Fue por aquel tiempo que se abrió una convocatoria para hacer un casting y participar en dos programas de televisión, matutino y vespertino, en Canal 5. Tuve la suerte de ser seleccionada y quedarme. Así que grababa durante toda la tarde y la noche de lunes a viernes, el programa aparecía igualmente en horario vespertino. Eran cápsulas que presentaban la programación infantil con una serie de personajes, llamados Los Amigogopets. Se trataba de títeres y marionetas que representaban animales divertidos y compartían sus experiencias en la escuela. El otro programa era Jugando, Jugando, y tenía un carácter más bien educativo… Tristemente, el gusto me duró sólo seis meses, ya que entró al aire un programa con la cantante Tatiana. Ni hablar.
El compromiso se incrementaba cada día, tomando diplomados y talleres de no pocas horas, desde uno de Educación y Desarrollo Humano en lo Psicoafectivo, hasta otro de Neurolingüística, este último, con Margarita Nieto, quien, al presentarle mi trabajo final, me invitó a suplirla en un Congreso en Argentina. La verdad me dio algo de miedo y decidí quedarme. Pero al final no estuvo mal, pues, dado que la maestra Nieto hacía demasiados viajes, yo empecé, primero, a suplirla en congresos nacionales y, más tarde, a participar por mi cuenta en eventos incluso internacionales, como el Congreso Internacional de nuevos aprendizajes, en el Centro Médico Siglo XXI, entre otros.
A la renuncia de la Maestra Gómez Pezuela, en el año 2000, gracias a mi trabajo en la Biblioteca Infantil, se me reconocieron mis 11 años en tan encomiable área y se me asignó una plaza de técnico docente. Por otro lado, la Asociación pro Integración del niño hipoacústico A.C. también me brindó reconocimientos por la reintegración a la sociedad de estos pequeños a través del Cuento, en el Jardín de Niños Lauro Aguirre de la ENMJN. Me sentía cada vez más satisfecha.
Una vocación en ciernes
Sin duda fue en la Biblioteca Infantil que había encontrado mi verdadera vocación: la docencia. Lo único malo es que no poseía aún una formación completamente académica, hasta que llegó el embarazoso día en que me avisaron que ya no podía estar ahí, y que si quería seguir frente a grupos me tenía que formar primero en alguna licenciatura. Era definitivo. Otra vez lloré, mis sentimientos estaban encontrados, pues a la vez me sentía satisfecha por las muestras de solidaridad y cariño de los padres de familia del Jardín Anexo, de alumnas de la ENMJN, así como de los profesores, sobre todo, de Rocío Martínez Escamilla, Gabriela Gallegos, Jorge Alva, y la gente de las escuelas normales. La cosa es que luego de tantos movimientos, la Biblioteca cerraría por más de cinco años, hasta que me regresaron. Aun con todo, no puedo negar que ese tiempo fue maravilloso.
Control Escolar y la vida universitaria
Luego de la Biblioteca, me cambié al Departamento de Control Escolar, donde el Dr. Israel Cabrera era el Jefe. No fue fácil adaptarme, las compañeras ya estaban integradas y no las conocía a todas. Mi relación desde que entré a la escuela había sido más bien con docentes, pero con el apoyo del Dr. Cabrera y la paciencia de unas y otras (aunque tuve una dolorosa novatada) logramos una gran amistad.
En Control Escolar, no dejé de hacer mi mejor esfuerzo, pero la verdad, en el fondo quería seguir en la docencia, así que me postulé al mismo tiempo para entrar a la UAM, a la UNAM y a la UPN. Afortunadamente pasé el examen tanto para entrar a la UAM como en la UPN. Así que me decidí por la Licenciatura en Psicología Educativa en la UPN. Y así, luego de transcurridos los respectivos cuatro años, terminé con gusto la carrera.
No dejo de valorar el apoyo de la Mtra. Rocío Martínez Escamilla, ya que, en lugar de irse a desayunar, me asesoraba y me recomendaba lecturas para argumentar en clase hasta el fin de la carrera. Como yo había dado talleres a maestros de la UPN, ellos, al verme de nuevo creían que les daría más talleres. ¡Y quién habría pensado que ahora sería una estudiante!; eso sí, fui representante de grupo y de mi generación, fui también adjunta de dos maestros e invitada en coloquios de lenguaje, así como en eventos recreativos con ex compañeros de la ENMJN, quienes ya eran directivos en otras sedes de la UPN.
¡Cómo olvidar cuando, con el cuento Aventura, de José Santuguine, gané aquel concurso de narrativa! Participaban otras universidades y sedes de la UPN. Qué emoción me dio cuando todo mundo se iba sentando en la explanada de la universidad y aquella multitud atenta quedó en total silencio mientras yo narraba… Cuando terminé vi que los jueces aplaudían, e incluso algunos asistentes por ahí lloraban y el público gritaba y aplaudía. Yo no cabía en mi propio sentimiento, lo sabía, era algo que no olvidaría nunca. Mi tiempo de estudiante cerró con broche de oro y a mi graduación asistieron casi un centenar de amigos y familiares con los que me acompañé en momento tan especial. Y claro, no faltaron mis amigos de la ENMJN.
Airoso regreso a la Biblioteca y un largo etcétera
Todo esfuerzo en esta vida tiene su recompensa. Fue en septiembre del 2008 que me pidieron regresar a la Biblioteca Infantil, ahora como completa responsable de la misma y también como responsable del Programa Nacional de Lectura, donde permanecí todo un año. Así que, de vuelta a la Biblioteca, me tocó a mí reinaugurarla. Antes que eso la verdad es que la Biblioteca lucía terrible, se había convertido más bien en una bodega. De marzo 2009 a febrero del 2010 me nombraron responsable del Proceso de Capacitación del Personal Administrativo. No dejo de mencionar que, aparte de mi quehacer laboral diario, me habían pedido, desde hacía 10 años, coordinar la logística de exámenes profesionales, lo cual me dio mucho gusto, pues siempre se ha tratado de participar con un gran equipo colaborativo, al que agradezco infinitamente el gusto de trabajar y de quererlo hacer año con año.
Los embates de la docencia
De 2010 al 2013 estuve designada como profesora de la asignatura Escuela y Contexto e Iniciación al Trabajo Escolar y Niños en Situación de riesgo. Tuve una asignatura cada semestre, atendiendo dos grupos; mientras, por otro lado, formaba parte del equipo de Desarrollo profesional. Definitivamente, con todas estas experiencias maravillosas, lo mío-mío era y es la docencia.
En calidad de comisión me asignaron algunas horas como Apoyo al Programa Nacional de Lectura y escritura en la Biblioteca Infantil del Jardín de Niños Lauro Aguirre, anexo a la ENMJN. Para entonces contaba con dos plazas, la docente y la administrativa. Al final, por el llamado Decreto presidencial, me retiraron la plaza docente en virtud de haberme incrementado la administrativa y tenerla como la más alta, por lo que ya no pude dar clases. Debo mencionar que la Mtra. Carmen Moreno, Delegada Sindical, hizo hasta lo imposible porque me regresaran la plaza. Y como, después de todo, la SEP me ofrecía una solución que no convenía a mis intereses, tuve que tomar una decisión difícil. Así que opté por quedarme con la plaza administrativa. Y ni hablar, de cualquier forma, considero que el ánimo de instrucción y de enseñanza se puede llevar con una en todo lo que se hace. Siempre.
Área de Becas
Ya siendo director de la ENMJN, el Maestro Juan Humberto Alonso me pide hacerme cargo del Área de Becas. ¿Y cómo decirle que no a quien siempre ha reconocido mi trabajo y siempre me ha dado una oportunidad para crecer? Toda esa confianza mereció toda mi gratitud, por lo que de septiembre de 2014 y hasta la fecha, soy la Responsable Operativo de los Programas de Becas a los Estudios Superiores en su modalidad de Manutención, Apoyo a la Práctica Intensiva y El Servicio Social de la ENMJN. Así como de la Beca de Transporte y Becas para los docentes, Becas de Movilidad Nacional e Internacional, entre otras. Sin duda, un cargo con gran responsabilidad pero también de grandes satisfacciones.
Mis 35 Años de servicio
Agradezco enormemente a los queridos directivos de mi escuela: al capitán de todos, Juan Humberto Alonso, y a las Subdirectoras Araceli Jiménez y Julieta García, el estar siempre presentes y oportunos en toda situación. También reconozco la labor de Andrés Santillán, quien coordina impecablemente el Área de Difusión Cultural. En fin, estoy muy satisfecha de que todos estos años de mi trayectoria laboral hasta el momento presente, me hayan sido reconocidos en el Auditorio Emma Olguín Hermida, durante los festejos del 69 Aniversario de nuestra institución. No dejo también de agradecer a Jorge Santana el haberme incentivado a escribir este recorrido en torno a un quehacer laboral que me ha dejado tantas alegrías.
Ésta ha sido, gosso modo, mi vida en la ENMJN. ¿Cómo no adorar a una institución que ha representado todo el tiempo mi techo y mi guía? Queda aún mucho por hacer, y muchas cosas nuevas por experimentar y compartir aquí. Gracias a ti, lector por haberme acompañado en estas sinceras y sentidas líneas. No me queda sino agradecerte y decirte por lo pronto que esta historia aún continuará…♦
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