Plaza Machado
Una reflexión poética
Jorge Santana
Vida es cortejo, oscilación de búsqueda que acaba en el amor y lo engendra. Aun las cosas, los objetos, me parecen responder a esta modesta lógica. Gozo con pensarlo así: el flirteo del sol apoyando sus rayos contra un corredor murmurante y sin embargo solitario, el fuelle del viento en mi ropa, el lápiz bailando en la mesa; danzas cuya gracia propaga imágenes complacientes y salvajes, que son mi alimento como un cariño cualquiera.
No muy lejos, un pichón se aproxima a una hembra. Lo diré de otro modo: una paloma se acerca, tras ella viene el macho que se obstina en seguirla siempre a la misma distancia, justo la del tramo que ocuparía uno más de ellos si fueran en caravana. Viendo estos animales caminar por tanto tiempo, uno olvida que también vuelan. Es verdad que son tan del suelo como del cielo. Su paso es gracioso a todas luces, parecería que una pequeña cuerda atara sus cabezas y a empujes y jalones bailaran mientras avanzan. A veces ella se detiene y la inercia de él hace que casi la atropelle. Pero no. Un salto fingido y una mirada a ninguna parte disimulan el tropiezo y comparten la pausa en armonía. La proporción de sus cuerpos es perfecta a sus géneros, de tal forma que al mirar de frente a ‘la paloma’ puede verse al ‘pichón’ contornear la silueta de ella.
Estos comediantes emplumados alternan imágenes que a su vez son el vestíbulo de un ceremonial pomposo de la vida. Y es que en medio del subibaja de sus cuerpos, del inflar de él y del apresurarse de ella, se encierra un atrevimiento de la vida, un empeñarse para que la magia ocurra.
Visto como una danza, todo parecería resuelto; pero desde el instinto este juego de cuerpos implica algo más grande, un protocolo de persistencia y rechazo, desplegado en todas sus formas: curiosidad, deseo y apuesta, riesgo, fracaso e insistencia, fingimiento, reapertura y victoria.
Si lo que se ofrece sólo selectivamente se diera de pronto incondicional, qué sería del ritual de la vida. Si lo que siempre insiste no insistiera más, qué sería del terco aprender de la belleza. Y más aún, qué sería del placer si nada lo detuviera cuando el placer se ha perdido en sí mismo. La vida busca lugar, busca desdoblarse cueste lo que cueste. Pero el acta de nacimiento del amor es sospechosa, pues aun el juego y el baile son más viejos que la vida.♦
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