¿Por qué me siento así?
Comprendiendo nuestras emociones en la contingencia
Mónica Villafuerte Alcántara
Subdirectora y docente de la ENMJN
Rafael Ramos Sánchez
Docente de la ENMJN
En nuestro país, la alerta sanitaria derivada del coronavirus SARS-CoV-2, causante de la enfermedad covid 19, se ha convertido desde la mitad de marzo en el tema principal de los medios de comunicación: televisión, radio, impresos y redes sociales. Esta infección, que se ha extendido en el mundo desde diciembre de 2019, convulsionó nuestra cotidianeidad en todos los ámbitos de la vida, de lo individual y lo familiar, a lo social y lo laboral, además de lo educativo, etc., y tanto a niveles locales, como mundiales; por lo que ha sido motivo de preocupaciones y ocupaciones en espacios privados y en escenarios de la intimidad de los hogares e, incluso, dentro de los cuestionamientos internos de cada individuo, así como de sus esperanzas y sus miedos.
Es de este modo que nos encontramos expuestos continuamente a una pandemia cuyos efectos inmediatos a nivel familiar se expresan como una afrenta ante situaciones de salud inesperadas, o bien, ante el temor a la muerte, o el sufrimiento de pérdidas humanas que pueden resultar próximas, así como ante el ajuste eminente en la economía de muchos hogares, la incertidumbre laboral y la idea de un futuro inmediato que se torna incierto al reconocerlo como la “nueva normalidad”, hechos que nos colocan en una circunstancia de vida equivalente a la sensación constante de temor experimentada por una señal de emergencia por algún fenómeno natural o por cualquier otro tipo de alerta que el organismo perciba como una amenaza a su estabilidad y a su equilibrio físico y emocional.
Derivado de esta situación, ¿cómo me explico el hecho de que no pueda concentrarme ni cumplir con mis actividades escolares y productivas?, ¿es entonces algo normal sentirme desubicado(a), desorganizado(a)?, ¿es normal tener poca disposición a levantarme de la cama e iniciar mis actividades cotidianas?, ¿se puede hablar de actividades cotidianas ante la pandemia?
Sin duda, muchas de estas preguntas están presentes en distintos momentos del día, quizás aparecen ante un estímulo, como podría ser una noticia trágica cercana, o ante la necesidad de reorganizar actividades en línea o, simplemente, ante la atmósfera de rareza que ha implicado el hecho de tener que comunicarnos únicamente en la distancia, o de estar la mayor parte del tiempo en una mayor cercanía con los miembros del núcleo familiar.
De frente a circunstancias de este tipo, es claro que nuestro organismo cuenta con la capacidad para adaptarse de manera dinámica a las exigencias de la vida diaria, sin embargo, ocasionalmente resulta inevitable mostrar cansancio. Imaginemos, por ejemplo, que escucháramos la alerta sísmica mañana, tarde y noche, un día sí y otro también, y de ese modo durante muchos días, eso sería en las emociones algo semejante a lo que constituyó el período conocido como la Jornada de Sana Distancia y que justo concluyó el pasado 30 de mayo. Todo esto nos lleva pensar que hemos atestiguado en carne propia la forma en que, poco a poco, se va diluyendo nuestra habilidad de hacer frente a una circunstancia rigurosa y que, además, es el preámbulo de lo desconocido, de eso que ahora es nominado como “la nueva normalidad”. Conviene detenerse un instante en este punto y advertir que lo que estamos viviendo en nuestros círculos, tanto íntimo como social, es comparable a experimentar un estado de amenaza que no cesa.
Partiendo de esto, cabe destacar que el hecho de faltar al cumplimiento de ‘mis deberes’ y atribuirlo a ‘mi incapacidad de concentración’, ‘a la presencia de temores o de recuerdos recurrentes’, ‘a la irritabilidad’, ‘a la incapacidad para disfrutar aquello que tanto me gustaba, como leer o ver series’, ‘a las conductas compulsivas, como el aumento en la ingesta calórica’, ‘al consumo de tabaco y de alcohol’; todo ello es en realidad el resultado de un organismo que se defiende de un estímulo constante que lo somete al desgaste y cuyo efecto desbalancea nuestra capacidad de resolver problemas, es decir, de nuestra propia cognición.
Además, este hecho se expresa también en problemas funcionales, como la dificultad para gestar el sueño o para mantenerlo, la variación en el apetito, la aparición de tensión muscular, entre otras situaciones anómalas. También repercute en el área social y afectiva en tanto que la incertidumbre se alimenta generalmente por el pensamiento catastrófico y por la desconfianza en los demás, por lo cual, no es raro que se manifieste encima de todo en la imposibilidad para mantener lazos familiares armónicos, o estabilidad en la relación de pareja, o bien, con los equipos de trabajo.
Pero regresemos al eje de toda esta inquietud: ‘¿cómo me explico el hecho de que no duerma bien, de que no cumpla con mi deber y que me sienta todo el tiempo preocupado o ansioso?’ La respuesta es simple, y es que todo esto es la natural consecuencia de la situación por la que atravesamos todos en estos momentos, sin lugar a dudas, pero también (y esto es importante) es la suma de todo aquello que nos antecede, es decir, de las condiciones de la sociedad y de nuestra personalidad. Y es que creer que una riña de pareja, o familiar, o amistosa, o de trabajo, ocurren como efecto del SARS-CoV-2, equivaldría a creer que sólo por el hecho de poner música hip hop dominaré sus pasos de baile; esto acaso sea parcialmente correcto, pero, si lo vemos a fondo, tiene que ver sobre todo con la manera en la que ‘yo suelo actuar ante una situación abrumadora’, lo cual significa que ‘depende de mis recursos y de las herramientas que dispongo para afrontar dicha situación’. Completando el ejemplo: si he tenido clases previas de baile, por supuesto que sabré algunos pasos; de lo contrario, tendré al menos que mostrar voluntad para bailar hip hop y mucho que practicar hasta dominar bien su ritmo.
En este sentido, bajo la alerta sanitaria y con el cambio de rumbo en la cotidianidad, se detonan dificultades tanto recientes como remotas. Así es como podemos echar mano de las experiencias que nos han resultado útiles para resolver uno o varios problemas; en suma, ¡podemos hacer uso del repertorio que tenemos para hacerle frente a las circunstancias y a las vicisitudes que vivimos! Ante ello, es preciso que recuerdes algo sumamente importante: ¡te debes paciencia, grandes montos de paciencia! No siempre es posible encontrar las respuestas de la vida en aquello que hemos acumulado, no todo lo que buscamos anida en nuestra interioridad o en síntomas como la irascibilidad, la ansiedad o la incapacidad de disfrute. Por ello, ocasionalmente debemos acudir a la ayuda de especialistas, de otras personas que nos orienten en la búsqueda de nuevos mecanismos, en suma, de otras acciones encaminadas a reducir nuestro malestar. Eso nos acompañará.
Por todo lo anterior, acercamos aquí algunos datos que pueden ser de utilidad para sobrellevar estos momentos, se trata de información encaminada a la búsqueda de apoyo y de orientación psicológica. Busca esta ayuda sin ninguna pena ni dubitación. Todos la necesitamos. Es preciso subrayar que, para que todo esto tenga sentido, habrá que ejercitar nuestra capacidad empática hacia cada persona que se encuentra en nuestro círculo inmediato, yendo de lo familiar a lo comunitario, y cavilar siempre en la situación que experimenta el otro. Esto nos ayudará a trabajar por una buena higiene mental y por una comunidad educativa más sensible y solidaria.♦
INFORMACIÓN DE ACOMPAÑAMIENTO Y AYUDA
https://www.fundacionunam.org.mx/unam-al-dia/conoce-la-linea-de-atencion-psicologica-de-la-unam/
https://ibero.mx/prensa/egresados-ofrecen-apoyo-psicologico-gratuito-afectados-de-estres-por-covid
https://tec.mx/es/coronavirus-covid-19/necesito-ayuda
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