Una realidad educativa

Una realidad educativa

Entre la educación bancaria y la metamorfosis social

Martha Deyanira Pedroza Gómez

Estudiante de la BENM

 

 

 

LA EDUCACIÓN Y LA SOCIEDAD VACÍA

Las sociedades están en movimiento bajo un dinamismo que tiende a ser predecible y cuyo progreso relativo, inconscientemente, dibuja un futuro caótico. Todo este escenario se coloca bajo el reinado de los “reyes verdes”: capitalismo y neoliberalismo, agentes hegemónicos que se divierten tiñendo a los habitantes del planeta, con colores que van de los más brillantes y llamativos, a los más opacos o imperceptibles, ofreciendo una libertad de mercado, que no es más que esclavitud.

La escuela como institución se ve envuelta en la entropía social y económica, bailotea al ritmo de los cambios y exigencias de una cultura, y trata de dar respuesta al cúmulo de necesidades y cuestionamientos, pero, ¿qué tipo de exigencias se están atendiendo? Cuando claramente se está viviendo en una época llena de egocentrismo, individualismo, habitamos una sociedad hedonista y a la vanguardia del autoservicio. Nos enfocamos en saciar necesidades vacías y creadas, en adquirir cosas más allá de lo tangible y que caracterizan al hombre actual, así mismo, se hace hincapié en dar respuesta a los requerimientos empresariales de las grandes potencias económicas; luego entonces, ¿cómo se está llevando a cabo la educación en las aulas? ¿Se están formando seres virtuosos, críticos, reflexivos de su realidad? O, por el contrario, se trata de ‘capital humano’ listo para colocarse en las empresas.

Si bien, a lo largo del tiempo, mientras la sociedad adquiere nuevos panoramas en relación a la formación de los sujetos y de la manera en la que estos se relacionan con el mundo, se ha desarrollado un bagaje de teorías pedagógicas que proponen enfoques formativos ajenos a lo tradicional- conductual, encaminados hacia lo holístico y constructivista. Sin embargo, a pesar de las nuevas ofertas pedagógicas, la escuela aún mantiene vigente una suerte de fascismo áulico en el que ecos de autoritarismo retumban en las paredes escolares, convirtiéndose en un lugar donde habitan sujetos que observan cómo el maestro se nombra dueño y poseedor del conocimiento y verdad, mostrando una postura unívoca ante la interpretación y comprensión del mundo, colocando a los alumnos como objetos ignorantes y sedientos del absolutismo conceptual.

Esto no significa que tal fenómeno sea de una condición homogénea en todos los centros escolares; mucho menos en todas las aulas, sino, más bien, entraña la permanencia de concepciones relacionadas a lo que Freire refiere como “educación bancaria” (enfoque que más adelante se profundizará) que, a pesar de los avances pedagógicos e investigaciones educativas continúa haciendo acto de presencia en las formas de enseñanza de algunos docentes.

Trabajar bajo una perspectiva bancaria coloca al sujeto que aprende (alumno) en un oscurantismo educativo, adoptando el papel de arquitectos de una realidad inamovible y hermética, en la que el maestro es autor, dibujante y partícipe, mientras que los estudiantes se convierten en seres inanimados. Por lo tanto, la escuela se vuelve uno de los primeros medios de formación humana en los que se cultiva a personas pasivas, entes que viven para trabajar y trabajan para vivir, conformes con la carente justicia y con el reconocimiento dado por sus superiores, dentro de un mundo globalizado; y permanecen de acuerdo con la realidad que se les implanta a lo largo de los años, sin esperanza, ni ganas de ser creadores de un proyecto emancipador.

Entonces, es justo en este momento social, cuando la educación se vuelve bancaria, es decir, ve al alumno como un ente vacío que reclama ser abastecido por conocimientos que no tienen sentido ni conexión alguna entre él y la realidad que está viviendo, el cual tiene la exclusiva función de ser una herramienta de interés para el mundo laboral. Esta educación con enfoque bancario deja en el abandono elementos que permiten a los estudiantes ser conscientes de sí mismos para verse como sujetos poseedores e intérpretes de su propia realidad, de mente reflexiva y como agentes transformadores de las condiciones que se viven. Así mismo, se impide la formación integral, necesaria para un buen desarrollo en sociedad. “La educación considerada bajo el prisma de la producción y generación de capital humano convierte al individuo en una mercancía o medio de producción que se desplaza siguiendo las leyes de los mercados neoliberales” (Torres, 2012, p. 93).

Todo lo anterior se ve reflejado en el aula ante el uso de frases que resultan tan simples, pero que, al final de cuentas, tienen un gran impacto en los estudiantes, como, por ejemplo, «¡siéntate y cállate!, para hablar tienes que pedir permiso, estás mal, ve a repetirlo y corregirlo», conjunto de sentencias que, de manera inconsciente, van marcado la personalidad de un sujeto pasivo y obediente de los “superiores”, en este caso, el maestro, y así es como se suelen “formar” los alumnos, reprimidos y temerosos, potenciales para el nuevo esclavismo empresarial, panorama que le atañe y beneficia a las empresas internacionales, dueños del capital, verdugos que ponen las cartas sobre la mesa para la jugada educativa y, así mismo, para la inserción de términos como eficacia y eficiencia, educativas, términos pertenecientes al orden empresarial nutren el discurso dominante.

 

DE LA EDUCACIÓN CON TINTES FASCISTAS A LA LIBERTADORA

Como se puede notar, la educación bancaria aún sigue vigente en las escuelas, dando como resultado sujetos pasivos y no transformadores, condición que reclama urgencia de cambio. Pero, ¿de qué manera podemos iniciar el cambio de paradigmas? Un primer paso sería que el docente mire su trabajo desde un espejo, que sea capaz de ver su práctica a partir de una reflexión en la acción y, en consecuencia, logre notar las áreas de oportunidad con las que cuenta, para que, de este modo, camine hacia la transformación de su quehacer académico; así mismo, es preciso que abandone la idea de considerarse el sujeto-dueño de las verdades absolutas, como bien lo menciona Freire (2005) en su cuarta carta, donde refiere que el maestro debe tener humildad, pues nadie lo sabe todo, y nadie lo ignora todo. Todo este proceso implica contar con una mente abierta y critica, así como un espíritu emancipador y con hambre de cambio dentro del campo educativo y social, y así, permitir el escape de la zona de confort educativa: que se dé inicio a una metamorfosis del trabajo docente, es decir, partiendo de algo que ya está establecido, realizar las adecuaciones necesarias para su mejoramiento por medio de la investigación y actualización educativa, condición que da pie a la transformación de realidades y, por ende, a un pensamiento más crítico que abre las puertas a la emancipación y las movilizaciones sociales, haciendo de este mundo un lugar más justo, con seres humanos virtuosos y conscientes del papel que juegan en él.

El trabajo docente va más lejos de simplemente enseñar letras y números, de pasar lista o dictar sin sentido alguno, de realizar prácticas bancarias y autoritarias. Más bien, se trata de una labor que cimienta el génesis del despertar a las futuras generaciones y da las armas necesarias para liberarse de las cadenas opresoras que la globalización trajo consigo; se trata de una lucha contra el dominio de los reyes verdes; es más bien una posesión de uno mismo para la liberación del ser, e involucra la necesidad de participar en una formación holística, en la cual se rescaten valores, virtudes, sentimientos, necesidades e intereses de los estudiantes. No se pretende un cambio de la noche a la mañana, pero ello reclama una urgencia en medio del caos en el que el ser humano se pierde poco a poco.

 

CONCLUSIÓN

Las condiciones sociales que se viven en el mundo globalizado exigen un despertar por parte de las personas que se encuentran en desventaja respecto a las grandes potencias. La educación es el pilar para esa transformación, y consiste en formar a los alumnos como sujetos críticos, reflexivos de sus condiciones de vida, por eso mimo, es trascendental que el maestro opte por enfoques de enseñanza alejados de la educación bancaria, en donde se ve al alumno como un desconocedor de todo, y lo sitúa como un ente pasivo, a la espera de ser alimentado por los conceptos teóricos e instrumentistas que le permitan insertarse en un mundo laboral bajo ese espíritu de pasividad, sirviendo a las grandes empresas y funcionando como capital humano. Los tiempos actuales exigen sociedades más justas y equitativas, por eso la educación debe ser integral, humanística, fuera de la disciplinariedad, para formar seres virtuosos, consientes y transformadores.

Pintura mural conmemorativa a los 100 años de Paulo Freire

 

No se trata de que el maestro se coloque bajo el papel de salvador del caos, sino más bien, de que todos los actores, involucrados en el proceso educativo, trabajen de forma colaborativa para lograr ese cambio de panoramas, hacia una verdadera autonomía de los centros escolares que permita gestionar las necesidades e intereses que deben ser atendidos. Es importante mencionar que la sociedad no es homogénea, y, en consecuencia, cada escuela es un universo con sus particularidades, por lo tanto, se ha de trabajar según los sujetos que asistan a la misma, bajo un solo objetivo: la liberación por una vida en sociedades justas, virtuosas y democráticas.

 

 

Referencias

  • Freire, P. (2005). Cartas a quien pretende enseñar. Ciudad de México: Siglo XXI editores.
  • Santomé, J. T. (2012). La justicia curricular. El caballo de troya de la cultura escolar. Querétaro: Morata.
  • Vides, K. A. (2018). Emancipación de la educación bancaria. Semillero de la investigación, 1-9.

 

 

Voces Saber más

 

 

La Educación Prohibida – Película Completa HD

 

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