In memoriam

In memoriam
Para aquellos que hoy recuerdan a un ser amado
Araceli Judith Jiménez Hernández
docente de la ENMJN
Con todo mi amor, Estelita
QDEP
Hoy, al hablar de estos dos años: 2020 y 2021, estoy segura de que serán recordados pues cambiaron la vida de miles de personas. Aprendí que, cuando alguien se va, no sólo representa un número en un acta, un papel, una tarjeta, una estadística médica. En este siglo y en estos años los números en la vida de las personas no vuelven a ser los mismos, ya que aun cuando la matemática indica que se trató de una sola vida; en el contexto de la existencia, los números van más allá, dando cuenta del impacto que una sola vida simboliza en la realidad actual.
Cuando alguien se va, esa sola persona representa más que uno, pues esa sola persona que se marcha constituye un sinfín de conexiones con otras más. Ejemplo de ello es nuestra tía Estelita, como cariñosamente le llamábamos. Al escuchar a las personas que nos acompañaron a despedirla, comprendí que no sólo perdimos a nuestra amada tía, pilar de su generación para cada uno de nosotros, de mis hermanos, sobrinas, nietos; sino que falta contar lo que representa las sumas en esta pérdida, lo que cada uno de nosotros compartió con nuestras familias políticas, amigos y compañeros, y lo que una sola persona es para nuestra vida. Así, por lo menos, sumaríamos con esta pérdida a más de dos centenares de personas que viviremos sin la presencia de lo amado.
Ahora bien, sumaríamos también lo que para otras personas representa esta pérdida, pues se fue también la amiga, la gran vecina que era, la persona que compraba, que saludaba todas las mañanas, y —por que no también— incluiríamos a la decena de médicos que hablaban y hablarán de su caso, por no saber qué sucedió cuando todo parecía ir tan bien… También podríamos sumar que, a lo largo de estos días, otras personas, sorprendidas ante tal suceso, se acercaran para darnos el pésame y, sin saber en realidad quienes eran, lo recibimos con agrado, como un aliento para el corazón.
Pero me detengo aquí un momento pues, justo en medio de la escritura de estas palabras, como la docente que soy, me doy cuenta que cuando alguien se va, esa sola persona es mucho más que un número, por lo que me decido a compartir lo vivido, puesto que, al regresar al aula y al recibir una lista de asistencia, quisiera prepararme para que esto no se quede sólo en un número o en una matrícula. Y si así lo hago podrían no salir las cuentas, pues como persona, amiga y compañera, en estos 2020 y 2021 debo sumar precisamente el impacto de lo vivido. Veamos.
¿Qué sentí al escuchar que una de mis mejores estudiantes ha pedido a su amado hermano?, ¿qué debo sumar cuando me enteré de que nuestro buen compañero Germán ha partido también?… ¿Y qué decir de nuestra querida Dianita, y de Chelito?… Entonces, me pregunto: ¿Cómo hago tal suma? ¿Cómo sumar la pérdida de un buen compañero, que también era padre y pareja?… ¿o a una colaboradora que, además, era amiga y que nos procuraba en los mínimos detalles? ¿Cómo pasar desapercibido no poder mirar nuevamente a quien nos saludaba todos los días con una gran sonrisa?
Definitivamente, los números no son lo mismo ante esta realidad, puesto que, por cada ser humano que se va, hay que sumar la calidad de relaciones y la manera en que se convivía con muchas más personas de lo que pensamos o pudiéramos imaginar: generaciones y generaciones de estudiantes que intercambiaron y compartieron con cada uno de nuestros amados compañeros. Así que me interrogo: ¿en realidad lograremos hacer las cuentas de lo que representa cada una de las personas que ya no regresarán a nuestra amada ENMJN?
Quise escribir estas palabras bajo esta perspectiva, pues a esas cuentas podríamos ahora restar los planes que teníamos con cada una de estas personas: el boleto de avión que ya no se utilizará, la boda o cumpleaños que no compartirán, el proyecto de trabajo, la película pendiente, la charla de café, el grupo o el trámite que estaba por concluir, la imagen de unas cortinas siempre abiertas y de una sonrisa al saludar, ante unas cortinas que no permitirán escuchar: “¡ten un gran día!”
Cuando de sumar y restar se trata, la vida nos da la respuesta. La educación es parte de ello, ya que nos invita nuevamente a reflexionar en un permanente y más complejo aprendizaje. Cuando una persona se va, no sólo extrañaremos su presencia física; extrañaremos también su olor, su mirada compasiva ante nuestros problemas, su calidez al darnos un consejo o un buenos-días.
Por parte de los saberes construidos, la memoria tendrá nuevamente el lugar que se merece en el proceso de aprender porqué recordaremos, de cada uno de ellos, sus palabras, su paciencia, la tolerancia ante lo que no creían, pero respetaban, su deseo permanente de vivir, hasta que la vida completa su ciclo y da la estafeta con la oportunidad de seguir aprendiendo.
Finalmente, cuando regresemos a la escuela, tenemos que hacer muy bien las cuentas, estas sumas y restas, para poder educar con lo que tenemos a mejores personas y, por lo tanto, a mejores docentes y, con ello, continuar el legado de cada una de esas personas maravillosas que hoy ya no están físicamente con nosotros y que recordaremos con la firme convicción de que la muerte es parte de la vida, y la vida es parte de un nuevo aprendizaje cada vez más profundo. Deseo estar de vuelta y deseo también con todo mi corazón poder ver pronto a todos ustedes, y que la vida me dé la oportunidad de seguir aprendiendo a su lado.♦