Soy educadora
Mariana Ernesto Ángel
alumna de la ENMJN
El siguiente texto forma parte de una serie de ensayos elaborados por algunas estudiantes de cuarto semestre del Curso Optativo. Producción de Textos Académicos, impartido por la Profra. María Esther Magdalena Fuentes Martínez y que muestran su propia y particular percepción sobre el papel actual de la Educadora, el Jardín de Niños y la Educación Preescolar.
En el siguiente ensayo se presentan aspectos del trabajo realizado por una educadora, así como las dificultades a las que se enfrenta, no sólo en el aula, sino ante la sociedad e, incluso, ante los planes y programas de educación. Porque, aun cuando el trabajo de una educadora parece ser sencillo, resulta todo un proceso lleno de contradicciones y dificultades. Para mí ésta es una de las labores más humanistas. Un ingeniero trabaja con máquinas y sus errores tendrán soluciones, un arquitecto diseña y crea con toda libertad; un doctor diagnostica y puede garantizar mejorar la salud; sin embargo, una educadora aprende a realizar trabajos muy similares con la única intención de formar seres humanos que, a lo largo de su vida, tengan las bases necesarias para enfrentar con inteligencia las demandas que la misma le exige.
¿Qué debe enseñar una educadora?
Siempre creí que el trabajo de una educadora sería una cosa sencilla, cantar, bailar, jugar y hacer manualidades; que era un trabajo sin mayor dificultad y que lo único necesario era tener mucha creatividad. Además, pensé que seguramente era una carrera poco demandante: ¿quién querría cuidar niños? Además, estas ideas no sólo yo las concebía. Es la sociedad misma la que se ha encargado de etiquetar con esas características el trabajo que desempeñan las educadoras.
A pesar de mis ideas, jamás fue de mi interés formarme como educadora (o como actualmente se llama a la profesión Licenciada en Educación Preescolar). Siempre me interesé por los animales, por la naturaleza y mis sueños de grandeza profesional se enfocaban a las ciencias biológicas. ¿Qué sucedió entonces para que actualmente esté cursando el 4º semestre en la ENMJN? En vista de que no sé cantar, desconocía las canciones infantiles, las manualidades eran una tortura, pues carecía de creatividad y jamás imaginé estar con tantos niños al mismo tiempo en un solo espacio; es más, al escuchar a mis compañeras decir que ellas habían elegido esta carrera porque les gustaban los niños, llegué a pensar que estaba en el lugar equivocado.
Es muy confuso explicar el momento en que tomé la decisión de formarme profesionalmente como educadora, no recuerdo exactamente cuándo encaminé mi vida a ello. Sin embargo, sabía que éste era el lugar donde quería estar, sobre todo, cuando me di cuenta de todas las injusticias que se dan hacia los niños, la falta de amor, de respeto, de tolerancia y de la importancia que los niños tienen en cualquier lugar del mundo.
¿Por qué digo del mundo? Sí, confieso que jamás he salido del país, sin embargo, no necesito hacerlo para ser testigo de la maldad a la que están expuestos los ciudadanos más pequeños de las comunidades y poblaciones sin importar cuáles. No hay que salir de un contexto para observar evidencias de otros lugares lejanos con carencias, en materia de salud y educación infantil.
Fueron justo estas carencias y necesidades de los niños lo que me motivó a prepararme profesionalmente y a querer ser partícipe de la formación de pequeños seres humanos. Ellos son el futuro para hacer un lugar mejor. En lo personal, siempre he pensado que no hay mejor forma de cambiar al mundo si no formamos parte de ese cambio. Para ser parte de tal cambio, con el que sueño, me he preguntado: ¿cómo será posible llegar a él con tantos obstáculos que enfrentamos? Acaso empezando por contrarrestar la desvaloración y mala fama que se da a los maestros, incluidas las educadoras.
Como antes mencioné, el concepto que la sociedad tiene de las educadoras es menospreciar el trabajo tan enorme que realizamos. ¿Por qué lo digo?, Porque pienso que las educadoras no están para cuidar niños cuando la realidad es otra muy distinta, y que, aun cuando así lo fuera, el tener bajo nuestro cuidado a otra persona requiere de mucha atención, trabajo, amor y dedicación, de respeto y tolerancia. Y encima, se considera que todo eso es un trabajo sencillo, el imaginario social considera que las maestras en Educación Preescolar no tienen ningún reto o dificultad para desempeñar su trabajo docente.
Ahora bien, cabe señalar que las educadoras no sólo son maestras dentro de un aula, también fungen como psicólogas, porque escuchan a sus alumnos y a sus padres y brindan su ayuda sin esperar nada a cambio. Al atenderlos podemos conocer más sobre nuestros niños y, con ello, tener las bases y los conocimientos sobre cómo atender sus requerimientos. También fungimos como doctores y detectives porque debemos estar siempre alertas de cualquier situación que se presenta en el ambiente en que se desarrollan los pequeños, además de realizar un diagnóstico que busque las medidas, técnicas y métodos necesarios para combatir aquello que les afecta. Incluso ser educadora es convertirse en una segunda madre porque hay familias muy fragmentadas, entonces estamos allí para acompañarlos en todo momento.
Pero entonces si retomamos el papel de la educadora, ¿cuál es realmente el trabajo de las estas profesionistas?, ¿qué es lo que debe enseñar una educadora?, ¿qué impacto tienen ellas en la formación de los niños?, ¿qué es lo que los niños deberían aprender? De acuerdo con el PEP2011 se espera que los niños:
- Aprendan a regular sus emociones, a trabajar en colaboración, resolver conflictos (…)
- Adquieran confianza para expresarse, dialogar y conversar en su lengua materna
- Desarrollen interés y gusto por la lectura, usen diversos tipos de texto y sepan para qué sirven.
- Usen el razonamiento matemático
- Se interesen en la observación de fenómenos naturales
- Se apropien de los valores y principios necesarios para la vida en comunidad
- Usen la imaginación y la fantasía, la iniciativa y la creatividad
- Mejoren sus habilidades de coordinación, control, manipulación y desplazamiento
Entonces la docente debe responder con su intervención a todas estas imposiciones que el programa exige. Retomo lo que dice Paulo Freire (1969) sobre la educación bancaria, “el educador es siempre quien educa; el educando, el que es educado. El educador es quien disciplina; el educando, el disciplinado. El educador elige el contenido de los programas; el educando lo recibe en forma de “deposito”. El educador es el sujeto del proceso; el educando, su objeto. Concepción tal de la educación hace del educando un sujeto pasivo y de adaptación” (pág. 17), pero ¿qué es realmente lo que a los niños les interesa y cuáles son sus verdaderas necesidades?
¿Será que nuestros planes y programas responden a las necesidades actuales? Pues con certeza no lo sé. Existen propuestas muy buenas como las que plasma el PEP2011. Sin embargo, en el camino, todo esto se va transformando porque también hay cosas fuera de contexto, por ejemplo, una escuela y educación de calidad no tendría que responder a los problemas reales, es decir, desde mi perspectiva una escuela de calidad y comprometida no se trata tan sólo de implementar las reglas y normas, ni ser exactas en cada tema que exige el programa aplicado a los niños. El trabajo de una educadora va más allá de todo eso.
Para comenzar, la educadora pone al frente de las prioridades de los niños, su interés, sus gustos, sus necesidades y, sobre todo, el amor que cada uno de ellos requiere; no por imposición, más bien por convicción, porque se preocupa de que cada niño reciba lo que merece; no se fija en clases sociales, por el contrario siempre va en busca de formar personas con valores, que apoyen y vean por su semejantes, por dejar huellas que, con el paso de la vida, uno percibe que la maestra de preescolar lo enseña porque pretende fomentar la paz y la solidaridad; espera respeto y tolerancia para construir una mejor sociedad, porque tal como lo menciona Paulo Freire (1969) “la educación es una acto de amor, de coraje; es una práctica de la libertad dirigida hacia la realidad, a lo que no teme; más bien busca transformarla, por solidaridad, por espíritu fraternal” (pág. 9).
Quienes no son docentes, aquellos no tienen una cercanía con personas que ejerzan esta profesión, son las personas que desconocen las verdaderas dificultades que enfrentan los maestros y las educadoras. El problema no es la teoría, no es lo que dice un plan o un programa; la dificultad es llevarlo a la práctica tratando de cubrir cada uno de los aspectos que menciona sin dejar a un lado lo que nuestros grupos viven y necesitan.
Pero entonces caemos en una contradicción: si los niños deben recibir un trato y una educación dignos y de calidad que respondan a sus necesidades, considerando que a los grupos llegan niños con barreras de aprendizaje o que requieren una atención especializada. No es que una educadora carezca de la facultad de trabajar con ellos; sin embargo, hacerse cargo de un grupo de hasta 45 niños (con situaciones difíciles, necesidades e intereses diferentes y características específicas de atención) resulta un lio al momento de brindar todo lo que merece. No obstante, como la educación actualmente es integradora, las autoridades no perciben qué tan difícil pueda ser esta labor.
Por un lado, “el principio de atención a la diversidad está basado en la obligación de los Estados y sus Sistemas Educativos a garantizar a todos el derecho a la educación (Dieterlen, 2001; Gordon, 2001), reconociendo la diversidad de sus necesidades, combatiendo las desigualdades y adoptando un modelo educativo abierto y flexible que permita el acceso, la permanencia escolar de todo el alumnado, sin excepción, así como resultados escolares aceptables (UNESCO, 1994)”. Por lo tanto, esto debería llevarse a la práctica desde el lugar correcto: con docentes que se preparan especialmente para atender este tipo de situaciones y no tratar de cubrirse desde trincheras que sólo sirvan para decir que la educación atiende a la diversidad.
Además, otra situación a la que debe enfrentarse una educadora, será la evaluación. “Los maestros difieren frecuentemente en los resultados de aprendizaje que esperan observar en sus alumnos y que podría explicarse considerando que evalúan diferentes cosas porque sus creencias en la evaluación también son distintas” (Samuelowiczy Bain, 2002). Éste es un tema muy complicado. La teoría dice que no todos debemos evaluar y ser evaluados de las misma manera (porque el aprendizaje de cada persona es gradual y diferente los estándares que se les pide a las educadoras son los mismos para todos). Entonces, ¿deben las educadoras preocuparse por cumplir un lineamento o por el progreso o el rezago verdaderos que sus alumnos presentan?
Fue a partir de estos aspectos que me interesé por la profesión. La realidad va muy alejada de lo que se espera que resulte de los programas y la práctica es completamente distinta a los estudios que los autores realizan con uno o dos niños aisladamente, y porque, ante estas injusticias y necesidades, las educadoras estamos trabajando siempre con la finalidad de transformar el mundo, es decir, dejar en los niños una base de valores y actitudes de amor.
Es importante formar parte de la construcción de grandes sueños de los niños para que el resto de sus vidas ello mismos trabajen por conseguirlos. Es así como se logrará el cambio que la sociedad necesita, por lo que la educadora debe tomar en cuenta sus intereses y necesidades. Ya que los niños, aunque sean pequeños son grandes en fuerza, en espíritu y mente, son seres inteligentes que, si bien dependen de los adultos, es con el trabajo de la educadora que, desde sus primeros años, les darán las herramientas para ser personas reflexivas, respetuosas y críticas, que los lleve a ser jóvenes emprendedores y ciudadanos responsables.♦
Bibliografía
- Programa de Educación Preescolar 2011
- La educación como parte de la libertad, primera edición 1969. Paulo Freire
- Atención a la diversidad y desarrollo de procesos educativos inclusivos, junio 2010. Natividad Araque Hontangas. Universidad Complutense de Madrid.
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